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De la escalada a la reorganización: el camino de Israel hacia adelante

Radio Jai-De la escalada a la reorganización: el camino de Israel hacia adelante

Por Jonathan Meta

En las primeras horas del 26 de octubre, Israel llevó a cabo una serie de ataques aéreos contra objetivos militares en Irán, incluidos sitios de producción de misiles, sistemas de defensa aérea y lanzadores de misiles tierra-tierra. Los ataques coordinados, que duraron más de tres horas, tuvieron lugar en las provincias de Teherán, Juzestán e Ilam, y también surgieron informes de ataques en Siria e Irak. Israel enmarcó la operación como una respuesta a la agresión iraní en curso, mientras que Estados Unidos Informado de los planes, expresó su apoyo, pero advirtió contra una mayor escalada.

Israel se enfrentaba a dos opciones estratégicas principales: intensificar con una acción militar a gran escala, incluidos posibles ataques contra las instalaciones nucleares de Irán, o elegir una respuesta coordinada y mesurada. La escalada conllevaba riesgos significativos, como el aislamiento regional y la incapacidad de gestionar un contraataque iraní generalizado sin acuerdos regionales de defensa. En cambio, Israel optó por una respuesta coordinada, apuntando a sitios militares para debilitar las capacidades de Irán y evitar una guerra más amplia. Esta elección permitió a Israel alinearse con los intereses de Estados Unidos, mantener el apoyo internacional y abordar las presiones internas para la desescalada en medio de un conflicto prolongado.

La escalada planteaba riesgos significativos para Israel, incluido un posible aislamiento regional y desafíos militares abrumadores. Sin acuerdos de defensa con países vecinos como Jordania, Arabia Saudita o los Emiratos Árabes Unidos, Israel tendría que defenderse de una represalia iraní a gran escala principalmente en su propio suelo. Atacar las instalaciones nucleares de Irán podría provocar un conflicto más amplio, lo que podría llevar a otros actores regionales a la guerra. Además, el ejército de Israel, ya tensado por más de un año de conflicto, se enfrentó a desafíos logísticos para sostener una campaña prolongada sin un fuerte apoyo internacional, lo que hace que la escalada sea una opción de alto riesgo con resultados inciertos.

La reorganización era la opción más viable para Israel, dados sus actuales desafíos militares, diplomáticos e internos. El ejército estaba presionado por un conflicto prolongado, enfrentando escasez de municiones y fatiga, lo que hacía insostenible una escalada a gran escala. Desde el punto de vista diplomático, alinearse con los esfuerzos de Estados Unidos para estabilizar la región fue crucial para evitar el aislamiento regional, especialmente a medida que Irán fortalecía los lazos con los países vecinos. A nivel interno, hubo una presión significativa para poner fin a una guerra costosa que había desplazado a miles de personas y causado tensiones económicas. Una respuesta coordinada permitió a Israel gestionar estos factores, mantener el apoyo internacional y centrarse en objetivos militares específicos sin aumentar aún más.

Mientras Israel tomaba la decisión sobre cómo y cuándo atacar, dos fuerzas diplomáticas entraron en juego.

Irán, por su parte, ha aprovechado las recientes oportunidades diplomáticas para fortalecer su influencia regional, participando en una serie de reuniones de alto nivel en todo Oriente Medio. El ministro de Relaciones Exteriores del país visitó recientemente Bahréin, Kuwait, Jordania y otros estados, abogando por la unidad contra las acciones militares de Israel. Irán también profundizó la cooperación militar con actores regionales clave, planeando simulacros conjuntos con Arabia Saudita en el Mar Rojo y mejorando los lazos con Omán y Líbano. Estos esfuerzos coincidieron con la participación de Irán en la cumbre de los BRICS, lo que indica un cambio hacia alianzas geopolíticas más amplias. Al fomentar relaciones más estrechas con los países vecinos, Irán pretende construir una coalición que pueda contrarrestar la influencia de Israel y potencialmente disuadir un conflicto directo, al tiempo que refuerza su papel como potencia regional central en medio de las tensiones en curso.

Por otro lado, tras la eliminación de Sinwar, Estados Unidos prosiguió con los esfuerzos diplomáticos destinados a estabilizar la región, involucrando a actores clave como Jordania, los Emiratos Árabes Unidos y el Líbano. El secretario de Estado, Antony Blinken, impulsó un alto el fuego en Gaza e hizo hincapié en la ayuda humanitaria, al tiempo que subrayó la necesidad de una resolución más amplia, que incluya la aplicación de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU en el Líbano. Estados Unidos vio la oportunidad como un camino potencial hacia la normalización entre Israel y Arabia Saudita, lo que podría allanar el camino para esfuerzos de estabilidad regional más amplios. Esta estrategia también buscaba reducir las tensiones con Irán al tiempo que impulsaba el apoyo diplomático a un Estado palestino.

No es de extrañar que los actores clave sigan siendo los mismos en los esfuerzos diplomáticos en curso, ya que todos navegan entre dos bloques de poder emergentes: las potencias occidentales y el eje Rusia-China-Irán. Cada país está escuchando las propuestas y buscando cuál de las partes se alinea mejor con sus intereses, lo que añade complejidad a la diplomacia regional. La reciente reunión entre Abbas y Putin en la cumbre de los BRICS pone de relieve este acto de equilibrio. Abbas discutió el impulso palestino por la condición de Estado y los esfuerzos en curso para detener la agresión israelí, señalando una estrategia para involucrar a las potencias occidentales y orientales para obtener un apoyo internacional más amplio.

Estados Unidos se enfrenta a grandes riesgos geopolíticos en Oriente Medio a medida que se acercan las elecciones del 5 de noviembre. Con una de las contiendas más reñidas de la historia reciente, la estabilización de la región podría proporcionar una victoria diplomática para los demócratas, en particular para Kamala Harris. Lograr un alto el fuego, avanzar en la normalización entre Israel y Arabia Saudita y sentar las bases para un Estado palestino ayudaría a demostrar un liderazgo efectivo en política exterior. Además, calmar las tensiones con Irán podría reducir el riesgo de un conflicto más amplio, alineándose con los intereses de Estados Unidos en mantener la estabilidad regional y asegurar el apoyo de los aliados.

Al mismo tiempo, Israel se enfrenta a importantes presiones internas y militares. Más de un año de operaciones militares continuas ha tenido un costo significativo en la preparación del ejército israelí. Las tropas se enfrentan a la fatiga de los despliegues prolongados, y el equipo se ha visto afectado por el uso excesivo. Existe preocupación por la escasez de municiones, que podría limitar la capacidad de las fuerzas armadas para mantener nuevos enfrentamientos a gran escala. El invierno se acerca, lo que convierte al sur del Líbano en un entorno hostil para las operaciones terrestres, mientras que en Gaza, Hamas ha cambiado a tácticas de guerrilla que se vuelven más desafiantes para las fuerzas israelíes durante los meses más fríos, lo que complica aún más los esfuerzos y la estrategia militar.

La presión interna está aumentando en Israel para poner fin a la guerra, impulsada por la tensión económica y una sociedad cada vez más cansada de un conflicto prolongado. La guerra ha desplazado a más de 60.000 personas, y el gobierno enfrenta críticas por su manejo de los 101 rehenes que aún permanecen en Gaza. El costo económico, incluidas las interrupciones en las empresas y el aumento del gasto en defensa, ha alimentado aún más el descontento público. Muchos israelíes cuestionan los objetivos de la guerra, especialmente cuando los aliados occidentales expresan su preocupación por la falta de una estrategia de salida clara, intensificando los llamados a una resolución.

A nivel diplomático, Israel se enfrenta a una creciente crisis de legitimidad en Occidente, ya que el apoyo internacional a sus acciones militares ha disminuido significativamente desde el 7 de octubre de 2023. Inicialmente, hubo una simpatía generalizada por la respuesta de Israel al ataque de Hamas. Sin embargo, las continuas operaciones militares, el aumento del número de víctimas civiles en Gaza y la falta de una estrategia de salida clara han erosionado ese apoyo. Los gobiernos occidentales, incluidos algunos aliados cercanos, ahora piden abiertamente un alto el fuego, imponen embargos de armas y expresan dudas sobre los objetivos bélicos de Israel. Este cambio en el sentimiento complica los esfuerzos de Israel por mantener el respaldo diplomático mientras persigue sus objetivos militares.

Por otro lado, Irán puede evitar un conflicto directo debido a las apremiantes prioridades económicas y la necesidad de estabilizarse bajo la administración del presidente Masoud Pezeshkian. El país se enfrenta a un creciente estrés financiero, con la economía tambaleándose por las perturbaciones relacionadas con el conflicto, la inflación y la depreciación de la moneda. El descontento público ha aumentado, impulsado por las dificultades económicas y la frustración con la política exterior del gobierno, que prioriza los representantes regionales sobre las necesidades internas. El enfoque de la administración sigue siendo mejorar las condiciones económicas y reducir las tensiones para facilitar un posible alivio de las sanciones. Esta vacilación estratégica refleja el esfuerzo más amplio de Irán por evitar una mayor inestabilidad económica y social en medio de las actuales tensiones regionales.

Además, las ambiciones nucleares en curso de Irán influyen significativamente en sus decisiones militares. La búsqueda de un programa nuclear sirve como un medio de disuasión, con el objetivo de mejorar la posición estratégica de Irán contra las amenazas percibidas, especialmente de Israel y las potencias occidentales. Si bien los líderes iraníes enfatizan la intención pacífica del programa, los desarrollos militares en torno a la tecnología de misiles sugieren un interés en mantener la influencia sobre los adversarios. Las actuales escaladas con Israel pueden retrasar un enfoque militar directo, ya que Irán busca avanzar en sus capacidades nucleares sin provocar una confrontación total. Las ambiciones nucleares impulsan un cuidadoso equilibrio entre la búsqueda de la disuasión y la evitación de acciones que podrían desencadenar ataques preventivos.

De esa manera, después de que el ataque fue llevado a cabo por Israel, la pregunta ahora es qué puede suceder en el futuro. Si Netanyahu es un actor racional, entonces solo hay un escenario posible: el alto el fuego de 14 días propuesto por Egipto (y apoyado por Estados Unidos) se alinea con los intereses de Netanyahu al ofrecer la oportunidad de reclamar victorias en múltiples frentes. Le permitiría consolidar los logros de las recientes acciones militares contra los aliados de Irán, incluidos Hamas y Hezbolá, enmarcándolas como éxitos que debilitaron a los adversarios de Israel. La cesación del fuego también podría facilitar el regreso de algunos rehenes, abordando una importante preocupación pública y mejorando su posición interna. Además, brinda la oportunidad de recuperar la legitimidad internacional al alinearse con los llamados a pausas humanitarias, mejorando así las relaciones con los aliados occidentales en medio de las crecientes críticas a las operaciones militares de Israel.

El alto el fuego propuesto de 14 días podría proporcionar importantes beneficios diplomáticos para la administración estadounidense antes de las elecciones del 5 de noviembre. Lograr un alto el fuego permitiría a la administración Biden mostrar sus esfuerzos diplomáticos en Medio Oriente como un éxito, ayudando a estabilizar la región y abordar las preocupaciones humanitarias en Gaza. Este resultado podría resonar positivamente entre los votantes estadounidenses que están preocupados por la política exterior y la estabilidad internacional. También mejoraría la credibilidad de EE.UU. al demostrar un liderazgo efectivo en la mediación de conflictos complejos, lo que podría mejorar la posición de la administración a nivel nacional y con aliados internacionales clave. Además, una pausa temporal en las hostilidades podría respaldar objetivos más amplios de Estados Unidos, como avanzar en los esfuerzos de normalización entre Israel y Arabia Saudita, al tiempo que posiblemente siente las bases para reanudar las conversaciones de paz que involucran a los palestinos.

Esto, por supuesto, trae uno de los principales temas que hay que tener en cuenta para analizar el posible próximo paso: las elecciones presidenciales del 5 denoviembre. Si Kamala Harris gana, es probable que Estados Unidos renueve sus esfuerzos para estabilizar la región a través de iniciativas diplomáticas, lo que podría promover una solución de dos Estados y una normalización árabe-israelí más profunda. La administración impulsaría un proceso de paz más integral que involucre a un estado palestino, con el objetivo de integrar a los actores regionales en una amplia coalición anti-Irán. Este enfoque podría dar lugar a una importante estabilización regional liderada por Estados Unidos.

Por el contrario, una victoria de Trump daría prioridad a los acuerdos de normalización sin abordar directamente la cuestión palestina. Es probable que Estados Unidos ofrezca a Arabia Saudí incentivos militares y cooperación nuclear civil, centrándose en acuerdos bilaterales, al tiempo que dejaría de lado los esfuerzos por la creación de un Estado palestino.

Un alto el fuego de 14 días proporcionaría a la administración estadounidense importantes beneficios diplomáticos antes de las elecciones del 5 de noviembre, especialmente en política exterior, donde Trump es visto actualmente como más fuerte según las encuestas. Al facilitar un alto el fuego, Netanyahu podría dar a Kamala Harris un impulso crucial en su campaña, mostrando una exitosa diplomacia demócrata liderada por Estados Unidos para estabilizar el Medio Oriente. Este apoyo no solo mejoraría la posición de Harris, sino que también posicionaría a Netanyahu favorablemente en futuras negociaciones con una posible administración de Harris. Esto sucede porque hoy, Netanyahu cree que tendría más influencia con Harris que con Trump, quien tiene su propia visión rígida para la región.

La decisión de Israel de reorganizarse en lugar de intensificar refleja un esfuerzo estratégico para navegar por las complejidades del panorama regional e internacional. Ante la tensión militar, los riesgos de aislamiento diplomático y las presiones internas, la escalada era demasiado arriesgada. En su lugar, Israel optó por una respuesta coordinada dirigida a sitios militares, alineándose con los llamados de Estados Unidos a la estabilidad mientras contrarrestaba la agresión iraní. Este enfoque permitió a Israel preservar su preparación militar, abordar la demanda pública de resolución de conflictos y recuperar la legitimidad en Occidente. La decisión de reorganizarse muestra un esfuerzo calculado por equilibrar los objetivos militares con las oportunidades diplomáticas, adaptándose a las cambiantes dinámicas regionales.

El beneficio real de un posible alto el fuego de 14 días se hará evidente después de las elecciones estadounidenses. Si Harris gana, podría allanar el camino para un alto el fuego permanente, el regreso de todos los rehenes, con los esfuerzos de EE.UU. centrados en normalizar las relaciones entre Israel y Arabia Saudita, establecer un estado palestino y crear un bloque regional contra Irán. Por el contrario, una victoria de Trump impulsaría la normalización con Arabia Saudita a través de acuerdos militares y cooperación nuclear civil, pero sin abordar la condición de Estado palestino. Este resultado puede devolver a la región a las tensiones que existían antes del 7 de octubre, a la espera de la próxima ronda de conflicto.

La próxima semana tendrá implicaciones significativas para la estabilidad regional y la seguridad futura de Israel. Israel decidió no escalar, y ahora veremos si Irán toma represalias o no. Si Israel cierra el acuerdo de alto el fuego de 14 días en los próximos días, esa represalia será mejorable, por decir lo menos. Entonces, un esfuerzo de paz sostenido podría conducir a un nuevo orden en el Medio Oriente -como llamaron las FDI a su operación que terminó con la eliminación de Nasrallah-, con alianzas más fuertes contra Irán y avances hacia la resolución del conflicto palestino-israelí.

Sin embargo, si no se abordan las cuestiones fundamentales, las tensiones pueden resurgir, lo que hace que la región sea propensa a nuevas rondas de conflictos. Para Israel, el resultado determinará si puede lograr la seguridad y la legitimidad diplomática a largo plazo o si sigue atrapado en un ciclo de escalada militar e incertidumbre.

 

Fuente: TOI

 

Sobre el autor
Jonathan se mudó a Israel en 2018 (y así se convirtió en Yoni). Es un apasionado de la Justicia, la Democracia y los Derechos Humanos, lo que ha sido una fuerza impulsora detrás de su trayectoria profesional. Jonathan es abogado penalista internacional y Socio Director de Metaiuris Law Offices. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires (2017) y tiene una maestría en Estudios Diplomáticos por la Universidad de Tel Aviv (2021). Además, es el presentador del programa de radio de habla hispana Kan, la Corporación de Radiodifusión Pública de Israel.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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