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El antisemitismo woke en Europa

Radio Jai-Líbano: Israel en dos días hizo más que la ONU en 18 años

La causa palestina importada de los países árabes musulmanes trae un componente ligado al nazismo y con sus raíces históricas en las inspiraciones del entonces Gran Muftí de Jerusalén, Haj Amín Al-Husseini que era aliado de los nazis”

Por Luciano Mondino

El pogromo en Holanda contra los israelíes del Maccabi Tel-Aviv no fue un hecho aislado, sino parte de un entramado de hostiles posiciones oficiales de la política exterior europea y un continente que, desesperado por la crisis demográfica, decidió hace muchos años abrirle las puertas a comunidades que importan un antisemitismo estructural que los condicionó desde pequeños.

Resulta imposible hablar del antisemitismo moderno sin considerar los rasgos del monstruo que mutó a partir del 7 de octubre, pero que es también el producto de casi un hábito por parte de la izquierda europea de plantear, al menos en la entelequia que entienden como el mundo real, una alianza con sectores del islamismo más radical que ha expulsado a millones de musulmanes de sus países y forzado al exilio.

En la guerra de identidades que se inició hace tiempo dentro los límites de la Unión Europea hay un elemento que vincula fuertemente a la izquierda autodenominada como woke con el islamismo radical. Ese odio a Israel, que es un innegable odio también a Occidente, promueve la misma sintonía en sectores de las sociedades modernas que, a priori, son radicalmente opuestos: grupos feministas de izquierda que hicieron silencio frente a las violaciones y asesinatos de las mujeres y niñas israelíes el 7 de octubre en medio de la masacre de Hamas o el colectivo LGTBI que levanta la bandera de la Franja de Gaza donde los homosexuales son arrojados desde las azoteas.

La izquierda woke se autodenomina como “el despertar” o en inglés wake up, en una suerte de metáfora del renacer de las identidades en donde Europa no queda libre de este intento de replanteo histórico que amenaza de forma frontal los valores occidentales tradicionales que, a fin de cuentas, son infinitamente mejores a la propuesta que nos pueda traer Irán o Libia, donde la Policía de la Moral asesina mujeres por no llevar bien puesto el velo, Rusia o China.

Las fuertes crisis demográficas que afectan a Europa en las últimas décadas llevaron al continente a plantear una política migratoria demasiado laxa para un mundo real donde las redes de tráfico de personas y las invasiones silenciosas son parte de una guerra encubierta. El reformateo de muchas ciudades en Europa es un enorme problema todavía no diagnosticado de manera oficial, pero que en no pocos rincones de la política europea resuena con cada vez más fuerza.

El 7 de octubre, mientras en Israel el número de víctimas fatales todavía estaba sin determinar de forma oficial por la magnitud de la perversión de la masacre perpetrada por Hamas y mientras comenzaban las negociaciones con Washington para lanzar la operación militar sobre la Franja de Gaza, encendió una nueva mecha en la sociedad europea donde ese islamismo importado hizo mella con la causa palestina que, aunque ficticia y con muchas tergiversaciones históricas, fue una excusa suficiente para lanzar acampadas en las universidades españolas antes del verano.

La causa palestina importada de los países árabes musulmanes trae un componente ligado al nazismo y con sus raíces históricas en las inspiraciones del entonces Gran Muftí de Jerusalén, Haj Amín Al-Husseini, quien era aliado de los nazis y en 1941 se sentó en la misma mesa con Adolf Hitler o cuando, durante años, planificó los atentados contra los judíos del Mandato Británico de Palestina que finalizó en 1947 después de su partición.

El elemento de discordia en el conflicto árabe israelí es, sin lugar a dudas, el convencimiento mayoritario en las sociedades árabes de que un estado judío en la tierra de Dar Al-Islam es ofensivo. La postura oficial de Egipto, Jordania, Arabia Saudita, Irak o Siria fue la misma desde la década del 1930 cuando Gran Bretaña comenzaba a reconocer, al menos de forma pública, la inviabilidad de controlar la hostilidad árabe contra las comunidades judías.

Para el antisemitismo del mundo árabe no hay negociación posible con Israel. No es una cuestión de límites territoriales de 1967 o 1949 y aunque las líneas de armisticio nunca puedan ser fronteras.

El no reconocimiento de Israel por parte de las sociedades árabes musulmanas esconde, de forma no tan sutil, la negación de miles de años de historia del pueblo judío en su hogar ancestral, la Tierra de Israel, con sus fronteras siempre redefinidas por las circunstancias políticas y estratégicas. Afirmar que Israel es un estado ilegítimo e ilegal es, además de una ignominia, la negación del derecho a existir de más de nueve millones de israelíes.

El antisemitismo que explota en Europa encuentra una mezcla entre la siempre presente herencia del continente que alojó el exterminio de la Shoá, las comunidades musulmanas que han sido educadas en el odio y la negación al pueblo judío y el estado de Israel y un entramado de partidos políticos y organizaciones internacionales, autodefinidas como woke, que están planteando una perversa entelequia.

Al final de la historia, ni Hamas ni Hezbollah se apiadarán de los europeos. El 7 de octubre lo han demostrado y lo pueden seguir haciendo.

Nota exclusiva para Radio Jai

 

Luciano Mondino es Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de La Plata. Master en Política Internacional por la Universidad Complutense de Madrid. Sus principales líneas de investigación son sobre islamismo, Terrorismo y Crimen Organizado.

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