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Apuntes del regreso

De pronto hemos pasado a segundo plano.

De Israel queda sólo el precario cese al fuego en la frontera con Líbano, que por ahora se sostiene en lo formal aunque no pasó una semana sin que fuera trasgredido en los hechos; y quedan cien rehenes vivos o muertos (hasta que aparezca el último nunca sabremos en qué proporción) que siguen siendo manipulados como recurso retórico en lugar de la urgencia que merecen hace cuatrocientos treinta y dos días.

El estado de guerra parece haberse instalado por defecto en la sociedad israelí. Desandar los pasos de un año de escalada militar y desplazamiento de población, cuando el gobierno está más ocupado en salvar su pellejo y promover su agenda, no es nada sencillo.

El testimonio y las experiencias de diez días en Israel son inequívocos: ‘la vida sigue’ pero el duelo subyacente también. Probablemente cuando uno se mueve del centro hacia la periferia es mayor el componente del duelo que el de la normalidad.
Ante la contundencia de los hechos uno eligió quedarse lo más quieto posible; no tenemos demasiada experiencia en refugiarnos de misiles. No se trata de miedo; no da el tiempo. Se trata de perplejidad, resignación, impotencia, y suerte.

Uno mira el paisaje hacia las colinas de Samaria e imagina #Oct7 en esa geografía. Se trata de asimilar la dimensión de la fragilidad por un lado y la responsabilidad por el otro. Por cierto ‘alguien’ falló en su trabajo el 7-10-2023, pero las distancias entre Israel y sus enemigos jurados son surrealistas.

Las hemos visto en mapas y en el terreno a lo largo de los años. Pero nunca con el antecedente de un #Oct7. La dimensión del peligro existencial de Israel adquiere proporciones de espanto. No sólo el enemigo se fortalece y sofistica; Israel se aburguesa y sucumbe a sus crisis internas.

Instalado el estado de guerra, la política que pareció interrumpirse aquel 7 de octubre ha retomado, inexorable, su agenda. Como si el país no hubiera estado expuesto suficientemente a la tragedia. En estos últimos dos años hemos fracasado como nunca.

Triunfos militares no compensan los errores éticos.

La capacidad bélica de las FDI existe a pesar de la incapacidad y corrupción del gobierno. Porque en definitiva las FDI son el pueblo, mientras que el gobierno surge de sus representantes, cuyos intereses no coinciden necesariamente con el bien común.

Nadie se llame a engaño: la amenaza a la democracia israelí sigue intacta, e incluso reforzada por un año de campaña militar.

Las señales están en todos los medios y redes para quienes quieran verlas. Sólo depende de qué elegimos leer, qué voces escuchar. Israel está al borde de un oscurantismo mesiánico y fundamentalista con poco espacio y ninguna incidencia de un judaísmo tradicionalista, liberal, y humanista. A priori, y hasta nuevo aviso, no se avizora un liderazgo capaz de deshacer la coalición que sostiene mutuamente a Netanyahu y sus socios.

Diez días han sido simbólicamente un proceso de aceptación y reconocimiento de una realidad. Mis seres más queridos, familia y amigos, están sumidos en esa desazón. No tengo derecho a lamentarme más mientras ellos viven día a día la experiencia.
Como judíos que no vivimos en Israel (‘el hogar que no habito’) podemos por supuesto seguir defendiendo su causa (si creemos que eso incidirá en la percepción de los antisemitas), pero sobre todo creo que el desafío es insistir en rastrear y recrear los valores judíos.

Israel-Estado decidirá su destino oportunamente. Si queremos incidir, debemos vivir allí. Israel-Nación decide su destino cada día, donde sea que vivamos. En este caso no son votos, son voces. Voces talmúdicas: ‘estas y aquellas son palabras del Dios viviente’.

Porque la Torá no está en el cielo.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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