Cayó la pieza siria
Por Ricardo López Göttig
Con la fragilidad con la que se derrumban los edificios sin cimientos, el régimen autoritario de Bashar al Assad cayó en pocos días sin el sostén de la República Islámica de Irán –y su proxy local, Hezbollah-, y de Rusia. 13 años de una atroz guerra civil que comenzó con la mal llamada “primavera árabe”, porque pese a sus proclamas democráticas, terminó abriendo un ciclo de guerras y terrorismo yihadista, que aún está lejos de haber finalizado. Que acabe un régimen autoritario como el de los Assad siempre es una buena noticia, pero no necesariamente significa que le seguirá un sistema respetuoso de las libertades, del derecho internacional, y que busque tener vínculos pacíficos con sus vecinos.
Desde el inicio de la guerra civil en Siria, quedó claro que había varias facciones combatientes, agrupadas en torno a cuestiones religiosas, étnicas y regionales, con lo que el conglomerado de fuerzas rebeldes ahora deberá delinear la tarea más compleja, como es la de gobernar. Tras más de un decenio es estar con las armas en la mano, la conversión de estas facciones en personas respetuosas de la ley, el orden y la institucionalidad no suele ser exitoso. Más aún cuando en Siria no hay tradición democrática alguna, ni siquiera de formación de coaliciones en las que deban llegar a acuerdos que impliquen concesiones, diálogo y conciliación de posiciones. El hecho de que la principal fuerza sea Hayat Tahrir al Sham (HTS), de carácter islamista –o sea, la imposición estricta de la Sharía en la vida cotidiana-, y que sea liderada por Ahmed al Shara, más conocido por su nom de guerre Abu Muhammad al Jolani, que formó parte de Al Qaida, lógicamente llama a la precaución. Siempre es preciso tener en cuenta que la concepción de un “buen gobierno” en el mundo islámico tiene como referencia histórica al Profeta Muhammad, y que el valor justicia –en relación a la Sharía- es el más importante. En el mundo occidental, que se nutrió de distintas corrientes filosóficas y éticas, el “buen gobierno” se fundamenta en la libertad. No es un detalle menor, ya que es el punto de partida para muchas confusiones entre las dos civilizaciones.
En este contexto, de confusión y cautela, es entonces más que comprensible la decisión tomada por el gobierno israelí de destruir las bases de armas químicas que hay en Siria, a fin de desarticular lo más rápido y efectivamente posible a un potencial nuevo enemigo.
Los grandes perdedores de la caída de Assad, claramente, son el régimen teocrático iraní, Hezbollah y Vladímir Putin. Cada uno de ellos con su propia agenda y que, a la vez, por haberse involucrado en otros frentes de guerra habrían dejado en una posición de extrema debilidad a su aliado. Es notoria la sobreexpansión de Rusia e Irán que, en su afán de crear focos de conflicto y multiplicarlos, terminan exhibiendo sus vulnerabilidades. Cayó la pieza siria en este tablero enmarañado, con lo que el llamado “Eje de la resistencia” tambalea en una de sus refugios. ¿Alcanza para la paz? Todavía está lejos, y los próximos pasos para la reconstrucción de Siria irán indicando si el nuevo régimen político es una nueva dictadura, o es la transición hacia una posibilidad de diálogo y paz regional.
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