Los dos pilares de la Unión Europea están en crisis
Por Ricardo López Göttig
La construcción de la unidad europea tras la segunda guerra mundial fue una necesidad vital para ese continente porque necesitaba curar sus heridas tras dos conflictos letales, con sus asesinatos en masa, genocidios, millones de muertes, ciudades arrasadas, familias dispersas. Europa perdió su lugar como protagonista del mundo: a partir de 1945, el planeta dejó de ser eurocéntrico para pasar a una bipolaridad entre dos potencias, como eran los Estados Unidos, en tanto líder del bloque occidental, y la Unión Soviética y sus nuevos aliados. Los dos pilares en esa construcción de la unidad europea fueron Francia y la República Federal Alemana, viejos enemigos durante siglos, y esta fue una política de estado continuada, con altibajos, por sucesivos líderes de variados partidos.
Este año ha sido particularmente crítico para Francia, en donde las elecciones anticipadas para la Asamblea Nacional –el parlamento- dejaron al país galo en una situación de estancamiento sin solución, dividido en tres tercios irreconciliables. Pasan los primeros ministros, no obtienen –previsiblemente- la cantidad suficiente de votos de confianza, y deben dimitir para comenzar a barajar de nuevo. Así viene ocurriendo desde mediados de año, y podría llegar a esta misma situación hasta mediados de 2025, cuando se puede disolver nuevamente la cámara baja para convocar a nuevos comicios. Ahora es el turno de François Bayrou para formar gobierno, buscando un milagro en estos meses del invierno boreal, mientras Emmanuel Macron ve cómo su poder presidencial se va diluyendo en jirones.
En la República Federal Alemana también se viven momentos críticos: su economía es la locomotora de la Unión Europea, pero no está creciendo. El canciller Olaf Scholz enfrenta hoy una moción de confianza en el Bundestag, la cámara baja del parlamento germano, que espera perder para convocar a comicios anticipados el 23 de febrero. De hecho, ya ha sido ratificado como candidato por su partido socialdemócrata, el SdP, para liderarlo nuevamente. La coalición semáforo que conformó junto a los liberales y los Verdes, saltó por los aires con la salida de los primeros del gobierno federal.
Ahora bien, las encuestas señalan que la primera minoría en febrero de 2025 sería la democracia cristiana (CDU-CSU), pero sería secundada por la AfD (Alternative für Deutschland), el movimiento populista de derecha radical que suele cosechar gran cantidad de votos en los estados que antiguamente fueron parte de la Alemania oriental. Asimismo, por izquierda también surge con fuerza la candidata Sahra Wagenknecht. Ambos con un fuerte discurso anti Unión Europea, anti OTAN, favorables a dejar de apoyar a Ucrania en la guerra y con una visión positiva respecto a Vladímir Putin. Tal como ocurre en Francia, los partidos constitucionales se ven asediados por derecha y por izquierda por populismos demagógicos, de soluciones simplonas a problemas complejos y que apuntan a audiencias cada vez más desinformadas en un tsunami de noticias.
La larga mano de Putin se puede intuir en estos procesos electorales, en donde busca socavar los cimientos democráticos de Europa, descomponer la unidad, fragmentar incluso a los países, promoviendo populismos imposibles y secesionistas. Los actores políticos lo saben, pero aún desconocen cómo confrontarlo eficazmente, mientras la tormenta se agranda en el viejo continente.
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