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La decadencia de los colegios judíos

Profesor León Trahtemberg

Dejo constancia que no escribo como estudioso actualizado del tema, sino desde una reflexión a la distancia de la impresión que tengo de lo que podría estar ocurriendo a la luz de las tendencias que veía años atrás cuando era un activista comunitario.

Aunque desde el 2009 dejé de estar directamente involucrado con los colegios judíos de América Latina tras 25 años como conductor del Colegio León Pinelo de Lima, recientemente un periodista judío me pidió reflexionar sobre el futuro de estas instituciones, especialmente a la luz de la drástica reducción de alumnado en muchas de ellas, particularmente en comunidades medianas y pequeñas.

Durante mi trayectoria en el León Pinelo, visité la mayoría de las comunidades judías del continente y sus colegios. Observé cómo, de manera paulatina, algunos judíos optaban por cambiar a sus hijos a colegios internacionales o, directamente, no inscribirlos en colegios judíos. Según información que recibo ocasionalmente, esta tendencia se ha generalizado en comunidades de Costa Rica, Colombia, Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador, Paraguay y en ciudades secundarias de Chile, Argentina y México, donde aún existe una red significativa de colegios judíos en las capitales.

Un vistazo al origen y el problema

Buena parte de los colegios judíos surgieron alrededor de la Segunda Guerra Mundial. Su propósito fue ofrecer a los niños judíos una educación de calidad, protegida del antisemitismo, que además reforzara la identidad judía y sionista de las familias, tanto seculares como religiosas, especialmente comprometidas con el naciente estado de Israel. Estas instituciones recibían apoyo económico de judíos pudientes de la comunidad, lo que permitía subsidiar a familias con menos recursos. Miles de niños judíos encontraron en estos colegios no solo un espacio educativo judío, sino un pilar para su continuidad cultural general.

La estabilidad de este modelo dependía de dos pilares fundamentales: la excelencia académica y un fuerte aporte judío y sionista. Cuando cualquiera de estos elementos se debilitaba, comenzaba el abandono.

Cuando el colegio judío no era reconocido como líder educativo en la ciudad, perdía su atractivo frente a opciones internacionales o laicas de prestigio. Esto sucedía especialmente cuando familias adineradas, que sostenían financieramente estas instituciones con sus pagos y donaciones, optaban por colegios ingleses, americanos o alemanes, considerados de mayor calidad. Esta fuga de familias solventes que pagaban las categorías más altas de pensiones no solo afectaba la matrícula, sino también el equilibrio económico de los colegios judíos, que dependían además de sus donaciones para operar. En paralelo, las restricciones religiosas o la discriminación por origen también alejaban a las familias más seculares, que preferían una educación más inclusiva y moderna para sus hijos. Asimismo, la falta de conexión con un judaísmo contemporáneo y la creciente preferencia por el inglés en lugar del hebreo erosionaban el atractivo de la oferta educativa judía.

En términos estructurales, muchos colegios judíos enfrentan serias limitaciones financieras. La dependencia de donantes los obliga a ajustar su enfoque pedagógico según las prioridades de quienes los financian, (incluyendo trato privilegiado para sus hijos), sacrificando autonomía e innovación. Para reducir costos, suelen contratar personal menos calificado, docentes judíos con poco magnetismo, disminuyen o eliminan la llegada de shlijim y ven limitada su capacidad de estar a la vanguardia pedagógica. Esto, a su vez, afecta la calidad educativa y disminuye su capacidad de atraer y retener a las familias judías más comprometidas con la excelencia académica.

El perfil de los alumnos que permanecen en los colegios judíos suele ser heterogéneo. Por un lado, están las familias que dependen de subsidios económicos para acceder a una educación aceptable. Por otro, se encuentran estudiantes con dificultades de aprendizaje o conducta, que no son admitidos en colegios más prestigiosos. Finalmente, hay familias profundamente religiosas, que terminan imponiendo una orientación más restrictiva al colegio, lo que aleja aún más a las familias seculares. Este mosaico de alumnos dificulta que el colegio judío compita con instituciones internacionales de élite, que se caracterizan por ofrecer una identidad clara, objetivos académicos definidos y una gestión financiera eficiente que inclusive genera excedentes.

El punto de no retorno

Un colegio judío no puede permitirse dos o tres años “malos” sin que esto deteriore irremediablemente su reputación. Una vez que se instala la percepción de decadencia, es extremadamente difícil revertirla. Aunque algunos colegios han intentado abrir sus puertas a alumnos no judíos para resolver problemas financieros, esto rara vez asegura la eficiente educación judía de los estudiantes. Además, esta estrategia suele generar tensiones internas que complican aún más la sostenibilidad de la institución.

El panorama se agrava con la decadencia de los movimientos juveniles sionistas y el escaso atractivo de las comunidades judías para los jóvenes, quienes perciben pocas oportunidades interesantes en la vida comunitaria. Esto crea un círculo vicioso en el que las instituciones judías, incluyendo los colegios, pierden relevancia tanto para las familias como para la sociedad en general.

¿Qué hacer?

Frente a este panorama sombrío, las comunidades y colegios judíos tienen dos opciones. La primera es esperar un milagro, confiando en que el “espíritu santo judío” resolverá mágicamente la crisis. La segunda, y más viable, es adoptar un enfoque disruptivo, llevando a cabo un planeamiento sofisticado para reformular la propuesta de valor y replantear la relación con sus comunidades. Esto implica hacerse preguntas fundamentales, como: ¿Cómo hacer que los jóvenes sientan que hay retos interesantes en la vida comunitaria? ¿Cómo innovar en la oferta educativa para garantizar la excelencia académica y convertir al colegio judío en un referente deseable para todos?

No hay garantías de que estas estrategias resuelvan completamente el problema, pero sí es claro que repetir las prácticas del pasado no hará más que consolidar la tendencia al declive. La continuidad de los colegios judíos dependerá de su capacidad para reimaginarse como instituciones relevantes y atractivas tanto para las familias judías como para su entorno más amplio.

Soy consciente de que con lo que he dicho pueden objetarse algunas consideraciones, como la falta de datos empíricos recientes que respalden mis afirmaciones o un análisis más profundo de factores externos que también influyen, como la secularización, los matrimonios mixtos, y las crisis económicas en América Latina. También se podría señalar que no he explorado suficientemente la diversidad de enfoques educativos entre colegios judíos religiosos y seculares, ni cómo la evolución de la relación con Israel ha afectado la conexión con estos colegios. Además, podrían cuestionarse mis observaciones sobre la apertura a alumnos no judíos, sugiriendo que en algunos casos esta estrategia ha funcionado para equilibrar las necesidades financieras sin comprometer la identidad judía. Por último, mi descripción del perfil de los alumnos y familias que permanecen podría percibirse como estigmatizante, lo cual no es mi intención. Hago recordar que no lo digo como estudioso actualizado del tema, sino como una reflexión a la distancia de la impresión que tengo de lo que podría estar ocurriendo a la luz de lo que veía años atrás cuando era un activista comunitario.

Aún así, y más allá de los calificativos que me merezca por parte de quienes defensivamente prefieran descalificar mis apreciaciones en lugar de analizar si tienen algún sentido, si la lectura de esta columna puede ser útil para quien la lea y los aliente a reflexionar o actuar al respecto, habrá cumplido su cometido. La intención no es ofrecer soluciones definitivas, sino invitar a una conversación seria y disruptiva sobre el futuro de los colegios judíos y la continuidad de sus comunidades.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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