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Desde Israel: desmintiendo a los pregoneros de las mentiras

Radio Jai- Israel no debe detener su avance en Rafah      

Más de 450 días después de iniciada la guerra, viajé a Israel en medio de las cancelaciones por parte de la mayoría de las aerolíneas europeas para conocer el país que aquí en España es falsamente acusado por aquellos que, en su aversión a Israel y los judíos, este último año han acobijado a Hamas no como una organización terrorista sino como un grupo de resistencia.

​Viajar a Israel era una cuenta pendiente. No solo porque la guerra afectó también al turismo, y por lo tanto a la economía, en Israel. Sino también porque quería conocer en persona todo aquello que había leído, estudiado e interpretado durante muchos años a miles de kilómetros del epicentro del que es, probablemente, uno de los conflictos y asuntos diplomáticos más importantes de la historia moderna.

​¿Cómo no iba a conocer ese pequeño país que viene de propinar enormes golpes militares y de inteligencia a sus enemigos? En poco más de un año, con muchos esfuerzos, las FDI de Israel doblegaron a Hamas y Hezbollah dando así a Irán un apabullante golpe a sus planes expansionistas en Oriente Medio. A finales de 2024, después de un año de cancelaciones, llegué al aeropuerto principal en Israel.

​El aeropuerto Ben Gurion lleva el nombre del primer ministro israelí que en mayo de 1948 declaró la independencia de lo que es hoy el tercer estado judío de la historia. Israel, el país de los judíos, puede ser el mosaico de diversidad étnica, religiosa y cultural donde cristianos, árabes y judíos conviven con relativa calma al mismo tiempo que el país donde el mejor ejército de la región, y uno de los mejores del mundo, está dispuesto a desatar una verdadera tempestad si la existencia del pueblo judío se ve amenazada.

Israel es una convivencia de luces y sombras desde el momento en que en el aeropuerto los carteles están en hebreo, árabe e inglés. Paradójicamente, la mentira del apartheid quedó al descubierto cuando el oficial de seguridad que me pidió el pasaporte era uno de los más de dos millones de árabes que viven en Israel.

​No me lo contó nadie. Yo lo vi.

​En una brusca pero fluida conversación, el oficial me preguntó si llegaba a Israel por turismo. Claro, supongo una pregunta válida dado que en la fila solamente había tres o cuatro ucranianos con kipá que probablemente llegaban a hacer Aliyah. Mi respuesta fue afirmativa. Llegaba por unos diez días a conocer el país que venía de descabezar a la cúpula de Hezbollah y propinar una memorable operación de inteligencia conocida como la operación beeper.

​“Al llegar al aeropuerto tenés que salir en dirección a la calle y, a la derecha, te vas a encontrar las escaleras mecánicas que te dejan en el tren” fue la indicación que un periodista argentino en Israel me dio para salir de Ben Gurion. Acto seguido, me dijo: “Ah, si hay sirenas tranquilo que también hay refugios en el aeropuerto”.

​Sabía que viajar a Israel era seguro y así lo constaté, pero cuando aterrizó el avión confieso que algo dentro de mi empezó a preguntarse cómo sería escuchar las sirenas en vivo y no en un reel de Instagram desde mi sofá en Madrid.

​Recordé también las palabras de una amiga que hace más de dos meses hizo Aliyah: “Tranquilo que es Israel es seguro”. Y así lo fue.

​La madrugada del jueves 2 de enero saltaron las alarmas en el centro de Israel, incluido Jerusalem, por un misil que fue lanzado desde Yemen por los Hutíes que son como los talibanes de la península arábiga. A las 4:30 de la mañana, con lo primero que tenía puesto en una fría noche en la capital de Israel, estaba yendo a las escaleras y escuchando la sirena sonar. Fue esa mi primera experiencia con los misiles enemigos.

“No te podías ir de Israel sin una alarma” me dijo alguien. Y es verdad.

​A la mañana siguiente, después de que me costara un poco volver a dormir, bajé a la recepción del hotel en Jerusalem y el recepcionista, con una tranquilidad absoluta, me dijo: “Me di vuelta y seguí durmiendo”.

​Con un café en la mano y el teléfono móvil con las noticias de la mañana, otra persona de la recepción me dijo: “Yo ni me enteré”.

​No solamente había vivido una pequeña muestra de lo que los israelíes viven desde hace muchos años, sino que había sido testigo de la resiliencia israelí de la que tanto me habían hablado. Los ataques de los Hutíes, a diferencia de Hezbollah, no representan una amenaza directa al estado de Israel y su seguridad, pero las amenazas diarias son intolerables para cualquier país.

​Llegué a Israel para conocer su historia, pero también para contar que mucho de lo que se dice sobre este pequeño país está tergiversado o es mentira.

​Hay mucho para contar.

Nota exclusiva para Radio Jai

Luciano Mondino es Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de La Plata. Master en Política Internacional por la Universidad Complutense de Madrid. Sus principales líneas de investigación son sobre islamismo, Terrorismo y Crimen Organizado.

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