El fraude es el deporte favorito de Lukashenko
Por Ricardo López Göttig
Una vez más, y de modo ininterrumpido desde 1994, Aleksandr Lukashenko es “elegido” presidente de Bielorrusia, una de las antiguas quince repúblicas socialistas soviéticas que componían la URSS, que logró su independencia en el proceso de descomposición del conglomerado en 1991. Muy pocos de estos nuevos países adoptaron con éxito la democracia liberal, el Estado de Derecho y la economía de mercado, porque en su gran mayoría siguió gobernando la vieja nomenklatura dominando todas las estructuras estatales y generando su propia corte de pseudoempresarios. Lukashenko, antes de ser el primer magistrado de Bielorrusia hace ya más de treinta años, dirigió un sovjoz (granja soviética estatal) y luego fue diputado. Jamás ocultó su apego y nostalgia por el antiguo régimen soviético, su régimen de partido único, censura y control de la sociedad, pero comprendió que debía camuflarse en las apariencias de una democracia ficticia, en la que siempre resultara victorioso. Ayer domingo volvió a consagrarse como presidente por otro quinquenio, con casi el 88% de los sufragios, frente a tres candidatos inexistentes y tolerados por el régimen para disimular su carácter fraudulento. Los verdaderos líderes opositores se hallan en el exilio o en prisión, ya hace varios años que no existen medios de comunicación independientes y se implementó un rígido control de las redes sociales.
Si bien ya desde los años noventa era cuestionado su régimen autoritario –se decía, entonces, que era la última dictadura en Europa-, lo cierto es que se consolidó, primero como aliado, y desde los últimos cinco años en una posición de vasallaje, como satélite de la Rusia de Vladímir Putin. Como resultado de los comicios fraudulentos de 2020, en los que las fuerzas opositoras salieron a las calles de Minsk y las principales ciudades a reclamar contra la represión y el fraude, Bielorrusia abrió sus puertas a la presencia militar rusa, que cuenta ya con numerosas tropas instaladas dentro del país. De hecho, desde suelo bielorruso partió parte de la “operación militar especial” de invasión a Ucrania en 2022. La posición geográfica de Bielorrusia, de fronteras comunes con Polonia, Lituania y Letonia, tres países miembros de la Unión Europea y de la OTAN, es clave para el esquema de confrontación de Putin con las estructuras de integración y defensa del bloque occidental. También cabe añadir su proximidad geográfica con el enclave ruso de Kaliningrado, a orillas del Mar Báltico. Asimismo, fue desde Bielorrusia donde se experimentó en 2021 con la utilización de migrantes de Medio Oriente para que cruzaran esas fronteras, llevados expresamente para provocar la desestabilización de la seguridad europea.
En este avance mundial de las autocracias, poniendo contra las cuerdas a las democracias liberales, el fraude electoral se muestra como uno de los deportes favoritos de personajes como Lukashenko y Maduro. Es la reedición de los líderes providenciales, con nuevos ropajes para un eterno problema.
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