¿Qué es la cultura general? Entre lo atemporal y lo cambiante
Durante décadas, se han juzgado los aprendizajes pertinentes de los escolares en función de su adquisición de una imaginaria «cultura general». Esto lleva a que padres y abuelos comparen lo que ellos aprendían y consideraban “cultura general” con lo que los estudiantes de hoy saben, como si este conjunto de conocimientos fuera una constante, fija e inmutable a lo largo del tiempo. No obstante, la realidad es que la cultura general no es un estándar universal ni eterno; lo que se consideraba esencial para ser una persona educada hace 60 años puede ser irrelevante o insuficiente para los retos del presente. Esta idea equivocada de permanencia subestima el vínculo entre la cultura general y la formación de ciudadanos competentes, capaces de enfrentar las demandas de su tiempo.
En los años 1960, la cultura general se entendía como el dominio de las disciplinas clásicas. Era imprescindible conocer a Shakespeare, Cervantes o los grandes filósofos como Sócrates y Descartes. En historia, era esencial comprender los eventos de las guerras mundiales y las tensiones de la Guerra Fría. La geografía política se enfocaba en los datos geográficos de los países y las configuraciones del bloque capitalista y socialista, y las ciencias básicas (física, biología y química) cobraban relevancia por las demandas científicas derivadas de la carrera espacial. Además, había una fuerte influencia de la música clásica y el arte renacentista, considerados símbolos de erudición. Este paradigma reflejaba un mundo más homogéneo en sus valores y expectativas, donde la cultura general se asociaba con un saber universalista de raíz occidental.
Con la llegada de los años 1980, la cultura general comenzó a incorporar elementos más modernos. Además de los clásicos, se esperaba que una persona conociera los conflictos contemporáneos como Vietnam, el fin de la Guerra Fría y la descolonización. La ciencia avanzó hacia campos más aplicados como la informática y la biotecnología. El arte y el entretenimiento también ampliaron su alcance: el cine de Hollywood y los géneros musicales como el pop y el rock se convirtieron en referentes culturales globales. Por primera vez, los medios masivos de comunicación comenzaron a influir en lo que se consideraba conocimiento esencial, reflejando una sociedad cada vez más globalizada.
El cambio al milenio actual marcó una ruptura radical en la concepción de cultura general. El auge de Internet y la globalización acelerada trajeron consigo nuevos horizontes. Saber cómo usar un correo electrónico, entender el impacto de las redes sociales y conocer los efectos del cambio climático se volvieron conocimientos indispensables. La literatura y el cine comenzaron a reflejar fenómenos globales con éxitos como Harry Potter o El Código Da Vinci. La política internacional se complejizó, con temas como el terrorismo y la caída del Muro de Berlín. Por primera vez, el conocimiento dejó de ser un recurso acumulativo y se convirtió en un sistema en constante actualización.
En la actualidad, la cultura general se redefine constantemente. La era digital exige competencias en tecnología, como entender términos como big data, inteligencia artificial y ciberseguridad. La sensibilidad hacia la diversidad e inclusión se ha convertido en una prioridad, con debates sobre género, racismo y derechos LGBTQ+. Además, los problemas globales como el cambio climático, las pandemias y el impacto de la inteligencia artificial dominan la agenda. La cultura del entretenimiento está atravesada por los podcasts, las plataformas de streaming y redes sociales, mientras que los avances en biotecnología y exploración espacial reconfiguran nuestra comprensión del mundo. Este panorama refleja una cultura general interdisciplinaria, dinámica y profundamente conectada.
La cultura general nunca ha sido una constante, pero su objetivo siempre ha sido formar individuos capaces de interpretar su contexto. En cada época, el saber esencial estaba vinculado a los retos del momento. Sin embargo, postergar la actualización de lo que entendemos como cultura general no solo puede condenarnos al anacronismo, sino que también nos deja mal preparados para ejercer una ciudadanía competente. Hoy, más que nunca, la capacidad de adaptarse y aprender de manera continua se convierte en el núcleo de lo que significa estar «culto». La pregunta no es si debemos conocer a Shakespeare o entender el algoritmo de TikTok, sino si estamos formando ciudadanos capaces de navegar con sentido crítico en un mundo en constante cambio.
La cultura general, por tanto, no es un fin en sí mismo, sino un medio para comprender y participar en la sociedad. Entender cómo ha cambiado con el tiempo nos invita a repensar no solo qué enseñamos, sino cómo educamos para un futuro que, como siempre, será distinto del presente.
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