La Distorsión Mediática, Desenmascarando el Verdadero Rostro del “Intercambio de Rehenes”
En el marco de la tregua entre Israel y la organización terrorista Hamás, los medios de comunicación repiten insistentemente la expresión “intercambio de rehenes”. Sin embargo, llamarlo así es una falacia que distorsiona la realidad y encubre la injusticia de este proceso. No se trata de un intercambio, sino de la liberación de civiles secuestrados, arrancados de sus hogares el 7 de octubre de 2023, a cambio de criminales convictos, muchos de ellos responsables de actos terroristas y asesinatos.
Llamar a este proceso “intercambio” no solo es erróneo, sino también engañoso. La palabra sugiere una especie de equidad, una simetría que en este caso no existe. No hay ningún tipo de equivalencia moral entre bebés, niños y ancianos arrebatados de sus familias y llevados a túneles subterráneos en Gaza, y los terroristas que han cometido atentados y asesinado a personas inocentes. Mientras aquellos sufren en cautiverio, Hamás se beneficia del dolor ajeno, utilizando a los rehenes como moneda de cambio en una negociación totalmente desproporcionada.
Los rehenes no solo están privados de su libertad, sino que, como han relatado aquellos que han sido liberados, también sufren torturas físicas y psicológicas. Se les priva de alimentos y agua, son golpeados, humillados y aterrorizados constantemente. Hamás los usa no solo como fichas de negociación, sino también como instrumentos de sufrimiento y propaganda. Cada día que pasa en cautiverio es un tormento inimaginable para estos civiles, quienes padecen hambre y angustia extrema mientras el mundo, en su gran mayoría, mira hacia otro lado.
Entre los rehenes se encuentran Kfir y Ariel Bibas, dos niños que al momento de su captura tenían apenas ocho meses y cuatro años, respectivamente. Fueron raptados junto a su madre, Shiri, y tras quinientos días de secuestro, ni siquiera tenemos noticias de ellos. Este es solo uno de los muchos casos de familias destruidas por el secuestro y la violencia. La pregunta inevitable es: ¿Dónde está la indignación internacional? ¿Por qué no hay manifestaciones masivas en las calles de Europa, discursos encendidos en los parlamentos, ni condenas de los organismos internacionales?
El silencio es ensordecedor…. y la comunidad internacional ha decidido, tristemente, ignorar este crimen atroz.
No es suficiente con liberaciones parciales ni con treguas momentáneas que solo sirven para dar oxígeno a los terroristas de Hamás, mientras prolongan el sufrimiento de las familias de los rehenes. Cada día que pasa es una eternidad para los secuestrados y sus seres queridos. La presión internacional no debería centrarse en forzar a Israel a negociar con terroristas, sino en exigir la liberación inmediata y sin condiciones de todos los rehenes. No hay justificación alguna para aceptar una solución que no sea el regreso total y seguro de los inocentes. Los rehenes merecen justicia, y esa justicia debe ser inmediata y sin compromisos.
La narrativa mediática pretende presentar este proceso como un avance diplomático, cuando en realidad se trata de un chantaje inhumano. Israel se ve forzado a ceder ante una organización terrorista que instrumentaliza la vida humana como moneda de cambio. No hay equidad cuando Israel debe excarcelar a más de cien criminales por cada rehén civil liberado. Esto demuestra la desproporción y el abuso de la situación. ¿Qué país en el mundo aceptaría una situación semejante? ¿En qué otra nación se vería como lógico y normal que el gobierno deba liberar a asesinos y terroristas convictos para recuperar a sus propios ciudadanos secuestrados?
La historia juzgará a quienes callan frente a esta barbarie. Pero hoy, quienes tenemos voz debemos alzarla. Detrás de cada rehén hay una vida, una historia, una familia que sufre, y que merece justicia. No podemos permitir que el mundo siga normalizando la crueldad disfrazada de diplomacia. Debemos exigir un cambio en la narrativa, una que no oculte las atrocidades y que, en cambio, ponga en primer plano el sufrimiento de los inocentes, el verdadero rostro de esta tragedia.
Nataniel Castaño
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