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El escenario de la barbarie: propaganda y brutalidad de Hamás en Gaza

Radio Jai-El escenario de la barbarie: propaganda y brutalidad de Hamás en Gaza

La brutalidad, el cinismo y la crueldad de Hamás ya no dejan lugar a dudas: ha convertido a Gaza en una cueva de monstruos. Por fin, el mundo comienza a reconocerlo. Israel había perdido la guerra mediática, pero la verdad siempre sale a la luz, más ahora que Hamás ha exhibido su esencia perversa e imposible de disimular.

Con los recuentos de los secuestrados que han vuelto a casa desde el cese al fuego del 19 de enero, con las puestas en escena grotescas para liberarlos, con el asesinato de los niños Bibas y el macabro espectáculo de propaganda que organizó Hamás este pasado 20 de febrero, con la burla añadida del supuesto cuerpo de Shiri, la madre de los pequeños, se cruzó una línea de insolencia y descaro que ya no puede ignorarse.

Desde el 7 de octubre, cuando ellos mismos se filmaron cometiendo una carnicería: matando, decapitando, mutilando, violando y quemando vivos a  mil 240 pobladores del sur de Israel, mostraron su bestialidad, pero muchos en el mundo optaron por cerrar los ojos. Con prejuicios de por medio, cuando aún había terroristas en Israel, cuando faltaban días para comenzar la guerra defensiva, cuando Israel seguía conmocionada tratando de recuperar fragmentos de cuerpos, la izquierda woke que ha abrazado ciegamente “la causa palestina” —esa que, más bien, avala el terrorismo de Hamás—, comenzó a protestar en las calles de Occidente culpando a los “sionistas” de “genocidas”.

Clamaban que “nada sucede en un vacío”, justificaban el “contexto”, criticaban a Israel y a Benjamin Netanyahu frente a la guerra inminente y legítima para rescatar a sus rehenes. Rápidamente se olvidó que el 6 de octubre había paz y que, desde 2005 Israel salió de Gaza para que los palestinos tuvieran soberanía. Gobernados por Hamás, a quien eligieron, y con la complicidad del mundo que no escruta los 5.6 mil millones de dólares que le aportan para generar bienestar de la población, los palestinos siguen siendo “refugiados” en la tierra que ellos mismos gobiernan y en la que no hay un solo judío desde 2005 (hasta que llegaron los secuestrados a los túneles).

A partir del cese al fuego del 19 de enero de 2025 y hasta esta última extorsión en la que se entregarían ataúdes, habíamos visto seis puestas en escena de liberación de rehenes, en las que Hamás los explotó mediáticamente con una estrategia propagandística perversa, ciertamente manipuladora, haciendo alarde de su supuesta victoria, de su aparente superioridad, de su “triunfo”, aunque Gaza esté en ruinas.

Su objetivo ha sido obtener ventajas estratégicas, deslegitimar a Israel, ganar puntos en la opinión pública internacional y chantajear a la sociedad israelí que presiona al gobierno para que liberen a los cautivos a costa de lo que sea.

El supuesto “intercambio” ha sido absolutamente desproporcional: 19 civiles israelíes y de otras nacionalidades que arrancaron de sus hogares, han sido trocados por mil 135 terroristas con sangre en sus manos. Para el judaísmo salvar la vida y dar digna sepultura al cuerpo de un muerto, son valores cardinales. Por eso, Israel se ha prestado a ese nivel de extorsión porque, como dijo un líder de Hamás: “Los judíos veneran la vida, tanto como nosotros amamos la muerte”.

La primera de las puestas en escenas fue la liberación de Agam Berger. A ella se la llevaron de la base militar de Nahal Oz, junto a Gaza, donde una veintena de jóvenes tenía la encomienda de vigilar la frontera. Ella y sus compañeras, de apenas 19 o 20 años, no tenían armas. Hoy se sabe que alertaron a sus superiores sobre movimientos sospechosos, pero quizá por soberbia de la cúpula en el gobierno, quizá por confiar demasiado en la tecnología, quizá por ser ellas mujeres jóvenes o por creer que Hamás sería incapaz de una incursión terrestre de esa envergadura, fueron ignoradas.

Ese maldito 7 de octubre, Hamás mató a 15 de ellas y secuestró a varias más, sometiéndolas a violaciones sexuales reiteradas. Los terroristas las filmaron. Se las llevaron con los pants grises chorreando de sangre en la entrepierna.

Más de 500 días después, Agam fue exhibida con uniforme militar, no con la ropa de civil con la que se la llevaron. Las escenas fueron publicadas por Al Jazeera que, como Hamás, es auspiciada por Qatar. Agam iba aterrorizada, rodeada de decenas de machos armados con los rostros cubiertos con pasamontañas y uniformes de la Yihad Islámica. La forzaron a participar en una ceremonia pública, a saludar, a agradecer frente a una nutrida población de gazatíes, a recibir un diploma como si se tratara de una graduación, un documento avalado por la Cruz Roja Internacional que, tristemente se convirtió en cómplice de esa grotesca exhibición. Le dieron su bolsita de souvenirs para que recuerde que fue “prisionera” en los túneles de Gaza. Ella fue intercambiada por 50 terroristas.

Una semana después conmocionó recibir a Eli Sharabi. Fue aún más desgarrador. Famélico, irreconocible, evocaba a los sobrevivientes de Auschwitz. Pesaba cuando menos 30% menos de su peso corporal. Rodeado de terroristas, con la mirada perdida como si se preguntara si aún quedaba algo de humanidad en el mundo, su liberación fue otro cruel espectáculo mediático. Sólo al llegar a Israel se enteró de que Hamás había asesinado a su esposa y a sus dos hijas el mismo día de su secuestro. Se reveló que él y otros dos rehenes habían pasado más de 500 días en jaulas infestadas, atados, torturados, privados de comida y atención médica, aislados en la oscuridad. Sólo les daban agua sucia y pan mohoso.

La tragedia alcanzó su punto máximo con Shiri y sus hijos, Kfir y Ariel, arrancados de sus cunas con apenas nueve meses y cuatro años. Sus rostros se convirtieron símbolo de la brutalidad de Hamás y de la esperanza colectiva para retornar a la vida. La revelación de su asesinato fue devastadora. Hamás dijo que la madre y los niños habían muerto a causa de los bombardeos de Israel. Regresarían a los tres Bibas junto con Oded Lifshitz, un hombre de 83 años, activista de paz. Los cuatro féretros fueron intercambiados por 600 prisioneros que estaban en las cárceles de Israel. Cuatro víctimas asesinadas, por 600 terroristas vivos.

El descaro rayó en la desvergüenza. Hamás hizo un desfile macabro, exhibió los cuatro ataúdes como si se tratara de trofeos. Cientos de personas ahí reunidas, quizá más, incluidas mamás con niños de brazos festejaron la muerte de bebés. Ondeaban banderas palestinas, cantaban, participaban con júbilo de un espectáculo inhumano y atroz, diseñado para adoctrinar en la violencia. Participaron niños de todas las edades: pasaron al escenario a echar porras y alardear como si se tratara de un partido de futbol, manosearon el arsenal bélico dispuesto en una mesa, se tomaron videos mientras evocaban frases de: “muerte a los judíos”. Un rito de iniciación para futuros yihadistas.

La escenografía, calculada y costosa, mostró imágenes de Netanyahu y de Yahia SinwarNetanyahu fue retratado de forma grotesca, como un vampiro chupasangre, abrazando a los niños Bibas y a su madre. A Yahia Sinwar, el artífice del 7 de octubre —quien fuera liberado en 2011 en el intercambio de mil 27 prisioneros por Gilad Shalit— fue curado de un tumor canceroso en el cerebro durante su paso por la prisión israelí. A él lo representaron como un árbol en el desierto, con extremidades que parecían raíces robustas aferradas a la tierra. El mensaje en árabe, hebreo e inglés que acompaña las imágenes: “Netanyahu, criminal de guerra, su ejército, sus misiles y sus aviones sionistas de guerra los mataron”. Se refería a los tres Bibas y a Oded.

La propaganda se transmitió a millones de televidentes en el mundo entero. Al Jazeera reportaba en primera fila y la Cruz Roja Internacional figuraba también para legitimar, una vez más, el acto abominable.

Los ataúdes llegaron a Israel cerrados. El de Shiri venía con un letrero que indicaba su “fecha de arresto”. ¿Arresto?, las palabras pesan. Fue secuestrada el día de la carnicería de Hamás. Secuestrada, entre un total de 254 personas más, entre ellas su esposo Yarden y sus niños.

Las llaves que proporcionó Hamás no eran de los ataúdes. Israel temió que tuvieran explosivos y, antes de abrirlos, los pasó por rayos X. Al examinar los cuerpos descubrió algo aún más siniestro: Kfir y Ariel habían sido estrangulados en noviembre de 2023, un mes después de ser secuestrados, y luego mutilados para simular su muerte por bombardeos. Ahí mismo, Hamás dejó un mensaje en hebreo señalando que no renunciará a una sola pulgada de “Palestina”, no sólo quiere Gaza o Cisjordania, sino todo Israel. “From the river to the sea”.

Peor aún, el supuesto cuerpo de Shiri no era ella. Fue un engaño más, una burla macabra que viola los acuerdos y todos los principios básicos de humanidad. Tuvieron que pasar casi 24 horas para que Hamás enviara un nuevo cuerpo que sí resultó ser Shiri. Aún esperamos saber cómo la mataron.

Sucedió también que mientras el servicio forense israelí investigaba si los cuerpos correspondían a los niños Bibas, explotaron tres camiones de pasajeros de Bat Yam que, por suerte, estaban estacionados y sin pasajeros. Se encontraron dos camiones más con bombas. Hamás reivindicó los actos terroristas. La suerte fue que el terrorista erró al asignar la hora de la explosión, puso 8:30 pm. en lugar de 8:30 am, hora pico.

La condena internacional comienza a oírse. El gran muftí de Arabia Saudita, Abdulaziz Al Sheikh calificó las acciones de Hamás como una desgracia para el islam y una blasfemia contra Alá. También el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, censuró el espectáculo de los cuatro cuerpos y lo calificó de abominable. Dijo que era una violación del derecho internacional humanitario y exigió respeto por la dignidad de los fallecidos.

Hamás ha revelado, una vez más, su verdadera naturaleza criminal. Su odio y su negativa a la paz. Su responsabilidad para educar para matar y morir. Ojalá que esta vez el mundo no lo olvide cuando la propaganda vuelva a culpar a Israel.

La guerra ha sido terrible, todas las muertes duelen, todas, pero el único responsable es Hamás y los palestinos que lo avalan que comenzaron una guerra y que siguen prometiendo más sietes de octubre, más desfiguros de crueldad. Hay desesperanza con respecto al futuro, consciencia de que se vive una lucha existencial. Prevalece la imperiosa necesidad de que retornen todos los secuestrados, la condición para que la guerra termina. El pueblo judío y toda persona con brújula ética sabe que, con estos actos ha muerto la compasión, el sentido de justicia y la esperanza en el mañana.

El desconsuelo y la soledad de Yarden, esposo de Shiri y padre de los pelirrojos Kfir y Ariel Bibas, recientemente liberado, resuena y estremece. Aún hay 64 rehenes que esperan volver a casa; quizá 36 de ellos siguen con vida.

 

Por: Silvia Cherem S

Fuente: El Excelsior

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