Desde el estadio hasta las camisetas, el fútbol se detiene por los rehenes
Para Tsachi Idan, el Bloomfield Stadium de Tel Aviv no era solo un estadio, sino un segundo hogar.
Apasionado del Hapoel Tel Aviv, recorrió los 80 kilómetros desde el kibutz Nahal Oz para apoyar a su equipo favorito, a menudo acompañado de sus hijos, especialmente de su hija mayor Maayan. En esas tribunas se había regocijado, sufrido, cantado. Hoy, ese mismo estadio le dio su último adiós.
Entre pañuelos rojos, banderas y pancartas, la familia Idan inició la ceremonia fúnebre por Tsachi, secuestrado el 7 de octubre y asesinado por Hamas durante su cautiverio. Las imágenes de él se desplazaban en pantallas gigantes, mientras que las palabras “Nuestro héroe” y “Rojo para siempre” se destacaban en el campo.
Más de mil aficionados del Hapoel llenaron las gradas, rindiendo homenaje a Tsachi con cánticos y aplausos. El momento de silencio, seguido de un largo aplauso, marcó el comienzo de la ceremonia.
Noam Ben-Ezra, hermana de Tsachi, tomó la palabra y con la voz quebrada por la emoción agradeció a los presentes: “Quinientos diez. En toda mi vida nunca pensé que tendría que contar los días así”. Una referencia a los 510 días que pasó esperando poder volver a abrazar a su hermano. Noam contó cómo en la familia la pasión por el fútbol se dividía entre su padre, un fanático del Maccabi, y Tsachi, leal al Hapoel. Y cómo, en los últimos meses, el rojo se ha convertido en algo más que un color para ella: “Llevo un lazo rojo para que la gente me pregunte por qué. Y cada vez que puedo contar la historia de Tsachi”.
Tras el último adiós, la multitud de fans acompañó al féretro en su último viaje. El cortejo fúnebre partió del estadio Bloomfield y se dirigió al kibutz Einat, donde Tsachi fue enterrado junto a su hija Maayan, asesinada mientras intentaba protegerlo durante el ataque del 7 de octubre.
La camiseta de Shiri, Ariel y Kfir
En los últimos meses, el fútbol ha estado a menudo cerca de las familias de los rehenes y las víctimas del 7 de octubre. Algunos equipos salieron al campo con los rostros de los secuestrados para exigir su liberación o, como en el trágico caso de la familia Bibas, para conmemorarlos.
Es el caso del Bnei Yehuda, otro equipo de Tel Aviv, que el pasado lunes saltó al terreno de juego con un uniforme naranja sin patrocinadores, pero con un retrato de Shiri y sus hijos Ariel y Kfir Bibas, asesinados por terroristas palestinos durante su cautiverio en Gaza.
“Un gesto para asegurar que sus rostros permanezcan grabados en la memoria pública, un doloroso recordatorio de su destino y su coraje”, explicó Bnei Yehuda, cuyo color simbólico es el naranja, en un comunicado. “Nuestro color representa la comunidad, el compromiso y la familia, y cuando el mundo entero vio el cabello rojo de Ariel y Kfir, el vínculo fue inmediato. Esta noche, el naranja cobra un significado aún más profundo: no solo nuestra identidad, sino también nuestra forma de recordar, honrar y rendir homenaje”.
Un mensaje reiterado ayer en persona por el equipo a Yarden Bibas, esposo de Shiri y padre de Ariel y Kfir. Al visitar para la shiva, los siete días de luto prescritos por la tradición judía, los jugadores y el personal de Bnei Yehuda le dieron a Yarden y a Dana Silberman-Sitton, la hermana de Shiri, una camiseta con su nombre.
“Es un gesto muy emotivo, agradezco a todos por los abrazos y el apoyo”, comentó Yarden emocionado.
D.R.
(Foto: Foro de las familias de los rehenes – Ilan Einav)
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