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Purim 5785

Hoy es 5 de marzo de 2025. 5 de Adar de 5785 en el calendario hebreo.

Desde que comenzó el mes vengo escuchando con insistencia la vieja máxima de que ‘cuando entra Adar, aumentamos la alegría’.
Supongo que es porque este año 5785, así como el pasado, resulta muy difícil ‘aumentar’ una alegría que no existe.

La pregunta que se impone es, ¿qué tenemos para festejar?
Como en Purim, celebramos no haber sido exterminados. Y no precisamente por un golpe de ‘suertes’. Más bien la inversa: un golpe de ‘suertes’ para el enemigo permitió el 7 de octubre.

A diferencia de Purim, nos salvamos como nación, pero pagamos un altísimo precio: los asesinados aquel día, los rehenes, y los soldados caídos en estos dieciocho meses de guerra.

Tampoco nos salvamos por la manipulación ni la seducción ni el engaño, como cuenta la Meguilá sobre Ester y Mordejai. Más bien, fuimos manipulados por una interna civil que nos dejó expuestos, fuimos seducidos por nuestra auto-estima, y fuimos engañados por el enemigo.

El destino no cambió de un momento a otro como sucede en Purim; llevó ocho horas o más controlar la situación y limitar el enorme daño que ya se nos había infligido.

Como en Purim, tal como no está escrito en la Meguilá, Dios no participó. Fue todo responsabilidad propia. Aunque pocos la estén asumiendo; mucho menos los máximos responsables.

Como en Purim, superada la amenaza y el trance, tomamos las represalias correspondientes: nos embarcamos en una guerra justa (no tengo reparos en reconocerla como tal), eliminamos a los Amán de turno (y seguimos en el proceso), y restauramos la seguridad de los nuestros.

Algunos dirán que pasamos de víctimas a victimarios. Los cito, pero no estoy de acuerdo.

Entonces, se repite la pregunta: ¿qué tenemos para festejar?
Nunca sabremos si el reino de Persia quedó libre de los seguidores de Amán, los antisemitas de entonces. El texto cierra con una venganza, pero el antisemitismo nunca muere.

Sabemos que el mundo está lleno de antisemitas. Nada ha cambiado esencialmente: hay una buena parte de la humanidad que nos odia, otra que no les importa, y otra que nos admira.

Nuestras historias, mayoritariamente, excepto relatos como el de Itró en el Tanaj o los Schindler que salvaron judíos en la Shoá, giran en torno a la humanidad que odia al judío.

Un mes después de Purim celebraremos Pesaj. En Pesaj no quedamos liberados al azar. El desafío fue, y es, forjar nuestro propio futuro. El Pesaj pasado, este, y seguramente el próximo, estaremos todavía en eso: en sabernos esclavos liberados en busca de un destino.

Hay un viejo chiste judío que dice algo así: ‘nos están por exterminar; nos salvamos; comemos’. No hay festividad judía que no esté coronada por un banquete festivo. En Shabat, cada semana, tenemos tres comidas de estas características.

En Pesaj celebramos en torno a la mesa, parte del ritual: es el Shuljan Orej, la mesa bien puesta y la abundancia de comida, mucha de ella fuertemente simbólica.

Purim se trata más bien de escuchar (el relato de Purim tal como figura en el libro de Ester), hacer tzedaká, enviar alimentos como regalo, y por supuesto, celebrar con comida y bebida. El centro de la festividad no es el banquete sino el relato.

Cuesta imaginar a los rehenes recién liberados y a los familiares de quienes todavía están en cautiverio celebrando Purim con excesos y desbordes, sea de comida, bebida, o ‘alegría’.

Me recuerda a las escenas finales de la película ‘Naúfrago’ (2000) en que el personaje, después de cuatro años en condiciones precarias en una isla desierta, se encuentra con la abundancia de la civilización: son todos excesos superfluos e irrelevantes.

Por supuesto el ex naufrago es más feliz a salvo en la civilización que solo en la precariedad de la isla, pero aun así, no sabe qué hacer con tanta abundancia. La escena que cierra la película es el mejor cine: un hombre solo en un cruce de caminos en medio de la nada. ¿En qué dirección caminar, dónde está la esperanza?
Probablemente este Purim podamos estar un poco más ‘alegres’ que el pasado. Aunque en el pasado, por ejemplo, todavía teníamos esperanza por los Bibas. La incertidumbre, en oposición al cierre del relato de Purim, está todavía vigente. Creo que pasaran muchos Purim antes que podamos tener el final feliz que todos anhelamos. Cómo sea que lo definamos.

En lo personal, me gustaría que mi pueblo y sus líderes puedan seguir teniendo clara la diferencia entre justicia y venganza, al tiempo que la humanidad antisemita, si elige no renunciar a su odio (sería ingenuo creer que eso sucederá), por lo menos acepte que estamos aquí para quedarnos.

En vísperas de un nuevo 8M, en vísperas de Purim, ante la incertidumbre de los caminos por recorrer, el consuelo no es ‘aumentar la alegría’ sino incrementar la esperanza y nuestras aspiraciones como colectivo por un mundo mejor en el cual sigamos contribuyendo.

Con eso tengo bastante para celebrar. Da para decir ‘daieinu’.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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