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La sotana del Mal

Para la columna de hoy, pensé en estructurarla con algunas definiciones y conceptos, a modo de prólogo, que adelante los contextos ideológicos e históricos que rodean al personaje en cuestión y sus actos criminales, que no son muy conocidos, pero no por ellos menos crueles, que los cometidos por otros genocidas en el Siglo pasado.

Comenzaré con algunas simples definiciones, como ser Dogma, un sistema de creencias indiscutibles y obligatorias, que son la piedra angular de una Religión, que se la define a ésta como, creencia o dogma acerca de una divinidad, y que se exterioriza a través de actos de culto o litúrgicos. Ahora bien, pasemos a definir que es Ideología, pues es un sistema de ideas, que refleja y manifiesta el pensamiento de un individuo, de un grupo social, político o cultural, la que puede estar enfrentada con una de visión diferente, lo que llevará a la discusión o al consenso entre las partes, pero si una ideología es impregnada por el dogmatismo, la misma se vuelve extrema, dando lugar a expresiones como, el fundamentalismo, el integrismo o el islamismo, o a regímenes totalitarios, que no admiten otra realidad, social, política o religiosa, que la del propio grupo, lo que conlleva a las persecuciones, a la servidumbre y al genocidio.

Es así, que producto de ideas racistas de algunos pensadores del Siglo XIX, y conceptos judeo fóbicos expresados por ciertos sectores religiosos, dan lugar a la aparición de una nefasta ideología extrema, el Nacional-Socialismo, más conocido como, Nazismo, que terminará constituyendo el régimen de Alemania, entre 1933 y 1945, con la llegada al poder Adolf Hitler, que se caracterizó por el falso paradigma de la “Superioridad Racial Aria”, y la persecución y exterminio de judíos, romaníes y otros grupos étnicos, e incluso, por su política de “higiene social”, la eutanasia sobre la propia población alemana, haciendo víctimas fatales a enfermos mentales, con síndrome de Dawn y otras discapacidades.

Esta visión genocida, se plasmó en la Conferencia de Wannsee, celebrada el 20 de enero de 1942, en el suburbio berlinés homónimo, donde se reunieron 14 funcionarios nazis, presidida por el jerarca Reinhard Heydrich, encontrándose presente entre otros, Adolf Eichmann, y en aquella elegante mansión se decidió la Solución Final de la Cuestión Judía, que contemplaba la deportación masiva de la población judía de la Europa ocupada, hacia los campos de exterminio, para su eliminación, lo que quedó documentado en los protocolos de la Conferencia, cuyas actas fueron encontradas entre la documentación secuestrada por los aliados en el Ministerio de Asuntos Exteriores, en Berlín, y que fueron utilizadas como prueba, contra los criminales nazis, en los Juicios de Nuremberg y subsiguientes.

En ese escenario, las relaciones entre el régimen nazi y la Iglesia Católica, tuvo sus claros y oscuros, por un lado, un poco más de un tercio de los sacerdotes y monjas, en la Europa ocupada, tuvieron un rol activo en ocultar y salvar a judíos, e incluso, está el caso de la valiente oposición al nazismo del obispo August Von Galen, de Munster, o las encíclicas del entonces Papa Pío XII, “Summi Pontificius” y “Mystici Corpus Christi”, de 1942 y 1943 respectivamente, en donde denunció los asesinatos raciales y de personas minusválidas y discapacitadas. Pero por otro lado, hubo también una aquiescencia pasiva, y algunos sacerdotes colaboraron en la persecución de judíos y romaníes, e incluso, casos de una participación activa en el asesinato de esas poblaciones, tal como el personaje de la columna de hoy, pero también tras el final de conflicto mundial, hubo algunos jerarcas eclesiásticos, como el obispo austríaco, Alois Hudal, un pro-nazi que fue rector del Colegio Alemán de Roma, para sacerdotes germanos, y que además de ser miembro del partido nacional-socialista, fue agente de los servicios de inteligencia alemana durante la guerra, y terminada ésta, fue quién estructuró la llamada “Ruta de Ratas”, que facilitó la fuga de jerarcas y funcionarios nazis fuera de Europa, en particular hacia Latinoamérica.

Ahora sí, vayamos por el nefasto personaje de esta columna, András Kun, nacido el 9 de noviembre de 1911, en la localidad de Nyirbator, Hungría, en el seno de una familia católica, y al finalizar sus estudios secundarios en una escuela religiosa, con el patrocinio de la Orden Franciscana, fue al seminario en Roma, estudiando Filosofía y Teología, y en esas circunstancias, tuvo contacto con la realidad del régimen fascista de Benito Mussolini, quedando gratamente impresionado con el ordenamiento social y autoritarismo político.

En 1941, el mismo año que Alemania inició la Operación Barbarroja, la invasión a la URSS, en la que Hungría participó enviando tropas, Kun era ordenado sacerdote, y fue destinado a un monasterio franciscano, del que fue expulsado en 1943, por sus expresiones filo nazis y manifestarse un fervoroso simpatizante del partido Cruz Flechada, el partido nazi magiar, que para ese entonces, estaba proscripto por el gobierno húngaro del Alte. Horthy y de su 1er. ministro Miklos Kallay.

En aquel año 1943, el ejército alemán sufre el desastre de Stalingrado, al que muchos historiadores consideran que es el principio del fin de la dominación nazi en Europa, y tanto el Pte. Horthy como el 1er. ministro Kallay, vislumbrando la derrota de Alemania, de manera confidencial iniciaron conversaciones con los Aliados, pero lamentablemente los servicios de inteligencia nazis, tomaron conocimiento y en consecuencia, Hitler ordenó la ocupación militar de Hungría, que tuvo lugar a principios de 1944.

Cabe señalar, que tomando el inicio de la 2da. GM, en septiembre de 1939, la población judía en Hungría era de aproximadamente, algo más de 820.000 personas, como quedó documentado en el censo de 1941, y al año siguiente, Berlín comenzó a presionar al gobierno magiar para que entregara a los judíos húngaros, una medida que era apoyada por el entonces proscripto partido Cruz Flechada y otros sectores antisemitas de la extrema derecha, no obstante las autoridades de Budapest, se mostraron renuentes a las deportaciones. Sin embargo, con la ocupación alemana de Hungría, no sólo se destituyó al 1er. ministro Kallay, sino que Berlín nombró en su lugar al general húngaro Dome Sztojay, un filo nazi que hasta ese momento era el agregado militar magiar en la Cancillería del Reich, mientras que el Pte. Horthy pasó a ser una mera figura decorativa, y en este nuevo contexto, el gobierno húngaro títere, levantó la proscripción del partido Cruz Flechada, y pasó a conformar el poder gubernamental.

Ya al inicio de la ocupación, los miembros de la Cruz Flechada y otros grupos antisemitas húngaros, comenzaron una campaña de persecución y exterminio de judíos, y ya para marzo de 1944, de aquella población señalada en el censo de 1941, más de 60.000 habían muerto o fueron asesinados, sumado a que el gobierno de Sztojay cooperó en la deportación de judíos a los campos de exterminio, principalmente al de Auschwitz-Birkenau. Para abril de ese mismo año, unos 500.000 que vivían en el interior de Hungría, fueron reunidos en centros regionales y luego, entre mediados de mayo y julio, durante ocho semanas, fueron deportados en 145 trenes, más de 440.000, una tarea que estuvo a cargo de la Gendarmería húngara, los escuadrones de la Cruz Flechada y de las tropas de las SS, y para fines de julio, la única población judía que quedaba en Hungría, era la que estaba en Budapest.

En ese contexto, el siniestro personaje de la columna de hoy, el sacerdote András Kun, quién ya residía en la capital magiar desde 1943, militaba activamente en la Cruz Flechada, participando en el derrocamiento del gobierno de Horthy, el que fue reemplazado por el líder del partido nazi húngaro, Ferenc Szalasi, lo que le valió que fuera nombrado como Jefe del Departamento de Propaganda del Ministerio del Interior, desde donde explayó su proselitismo antisemita, a través de la Radio Nacional de Hungría, como así también, desde el púlpito de la Basílica de San Esteban y en la iglesia del Sagrado Corazón, en esta última, ofició los casamientos de miembros de su partido.

Pero la actividad de Kun, no se limitó ahí, sino que la extendió comandando los Escuadrones de la Muerte, vistiendo su sotana sacerdotal, cruzada por un cinto con una pistolera con una Walther P38, centrando sus actos criminales en el Distrito 12 de Budapest, aún después que el gobierno títere de Szalasi dejara el poder para fines de noviembre de 1944, cuando ya el avance del ejército soviético rodeaba la capital magiar, sin embargo los escuadrones a su cargo, iniciaron la matanza de los judíos que aún quedaban en la ciudad y sus alrededores, fuesen los que estaban hacinados en el gueto, o bien los alojados en hogares de ancianos, hospitales e incluso en residencias de funcionarios diplomáticos de Suiza y Suecia, países neutrales.

Es así, que en aquel mes de noviembre ocurrieron hechos protagonizados por Kun y sus escuadrones, que en algunos casos no tuvieron los resultados buscados por el nombrado, el primero fue la toma del taller de costura dentro del Instituto de Niñas Santa Catalina, que tuvo como objetivo el de llevarse a las trabajadoras judías, pero eso fue impedido por un funcionario del Ministerio de Defensa, presionado por la Nunciatura Apostólica, luego intentó la misma operación en el Hogar Judío para Ancianos, ubicado en la calle Alma, pero también fue abortada por la intervención de la Cruz Roja Internacional, apoyada por fuerzas de la policía, y no conforme con ambos fracasos, en diciembre reiteró la irrupción en el Instituto de Niñas Santa Catalina, pero sólo pudo capturar a 13 mujeres judías que fueron deportadas a los campos de exterminio, de las cuales sólo una sobrevivió tras el final de la guerra. Ya para inicios de 1945, Kun ordenó el arresto del escritor judío Erno Ligeti y su familia, los que fueron salvajemente torturados en el cuartel central de la Cruz Flechada, ubicado en la calle Andrassy, tras lo cual, Ligeti, su esposa y su hijo, fueron conducidos a un descampado donde enfrentaron un pelotón de fusilamiento, el escritor y su mujer murieron, pero el hijo de ambos, que recibiera cuatro balazos, lo dieron por muerto, sin embargo, sobrevivió a las heridas y tras reponerse de las mismas emigró de Hungría.
La macabra tarea de Kun, siguió con la ejecución de 92 pacientes del Hospital Kadisha, de la calle Maros, días después atacó el Centro Médico Biró Daniel, en esta oportunidad no sólo asesinaron a los 130 pacientes, sino que también hicieron lo propio con 24 miembros del personal de nosocomio, incluidos médicos y enfermeras, para que días después incendiaran el edificio con los cadáveres dentro.

No conforme con su operación frustrada al Hogar Judío para Ancianos de la calle Alma, regresó y condujo a la calle Szamos a 90 pacientes y los fusiló, días después. aproximadamente 500 judíos, entre hombres, mujeres y niños, fueron asesinados a orillas del Danubio, cerca del puente de las Cadenas de Budapest, y luego prosiguió con las redadas para dar con judíos escondidos, y también con desertores del ejército húngaro, todos ellos una vez capturados, eran conducidos al cuartel central de la Cruz Flechada, donde eran torturados hasta la muerte, todo orquestado, dirigido e incluso con la sádica participación de Kun, quién también se benefició junto a sus esbirros con saqueos y robos, incluso llegó a secuestrar, torturar y ejecutar el mismo, a un empleado diplomático de embajada Suiza, como a otros empleados y civiles que escondían a judíos.

Kun, siempre vistió su sotana negra, armado y con el brazalete de la Cruz Flechada en su brazo izquierdo, y descaradamente, durante las ejecuciones profería la misma frase, “En nombre de Cristo, fuego”, sin embargo, este sin control de Kun y sus escuadrones, con asesinatos de no judíos, como ser policías, militares y extranjeros, llevó a las autoridades magiares a decidir poner un punto final a sus atrocidades, y tras dos intentos frustrados de detenerlo a él y a los suyos, se terminó rodeando la locación en la que se encontraban, con fuerzas policiales y militares, lo que obligó a Kun y sus seguidores a entregarse.

Luego, fue llevado a juicio y condenado a muerte por el asesinato de 27 personas, sin embargo, se le conmutó a la pena de 15 años de prisión, pero sólo estuvo 20 días en la cárcel, alguna fuente afirma que se le facilitó la huída, otra que al llegar las tropas soviéticas al lugar detención, liberó indiscriminadamente a todos los alojados, entre ellos Kun, lo ciertos es, que como dominaba perfectamente el rumano, se unió a las tropas de Rumania, que volvían a su patria, haciéndose pasar por un soldado más, planeando huir a Italia, sin embargo, cuando estaba a punto de cruzar la frontera binacional, el 3 de agosto de 1945, fue reconocido y apresado, y luego conducido a Budapest, donde fue juzgado por un Tribunal Popular, por los cargos de 500 asesinatos, y condenado a la horca, antes de ser ejecutado el 13 de septiembre, expresó a modo de justificar lo injustificable de sus actos, que, “el sadismo como perversión, existe en estado latente en cada alma, y por estar latente, no fui consciente de ello…”.

Finalizando la columna, pienso que lo reseñado a lo largo de ésta, no hay lugar para otra conclusión, que las ideologías extremistas se exteriorizan a través del salvajismo, la barbarie y la deshumanización, tal como desgraciadamente lo hemos visto a lo largo de la Historia, los genocidios armenio y judío, las purgas de Stalin y Mao, los crímenes de guerra, y más reciente, las matanzas del pasado 7 de octubre de 2023, y teniendo en cuenta al personaje abordado, András Kun, me ha parecido apropiado para terminar, una frase de la filósofa alemana-estadounidense judía Hanna Arendt, que dijo: “el sujeto ideal de un gobierno totalitario, no es el nazi convencido, sino las personas para quienes la distinción entre la realidad y la ficción, la distinción entre lo verdadero y lo falso, entre lo bueno y lo malo, no existe.”.-

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