La sombra turca

Hace varios años, que sigo la evolución de la geopolítica de Turquía, cuyo giro estratégico se puede apuntar en el 2009, cuando la política exterior de Ankara se alineó en función de la visión Neo Otomana, cuyo diseñador es el diplomático, académico y político turco, Ahmed Davutoglu, que la plasmó en sus obras, La transformación civilizacional del Mundo Islámico de 1994 y Profundidad Estratégica de 2001, y se la puede definir como, un proyecto geopolítico cuyo objetivo es reestructurar el balance de poder en Oriente Medio, a favor de los intereses estratégicos turcos.
Pero antes de continuar con el análisis de la geopolítica de Turquía, hay que recordar brevemente, como llegó al poder el actual presidente Recep Tayyip Erdogan, líder del partido AKP o Justicia y Desarrollo, quién lo hizo en el 2002, y ya tenía claros sus objetivos: una reestructuración política profunda, incluida una reforma constitucional, subordinar al poder militar, cooptar al poder judicial y distanciarse del “kemalismo”, al que le reprochó que su laicismo, había sido sólo una fachada de un elitismo político, recordemos que Mustafá Kemal, apodado Ataturk o Padre de los Turcos, fue el general que puso fin al régimen del califato, con la caída del último sultán, Mehmed VI, en 1922, y la constitución de una república laica y pro occidental.
Y Erdogan, fue logrando sus objetivos, a través de dos instrumentos, uno de ellos fue construir el llamado “Populismo Islámico”, es decir, valerse de un discurso islamista conservador, como medio de llegar y movilizar a las masas, y reislamizar la identidad turca, el otro fue esencialmente, la reforma constitucional de 2017, que modificó el sistema político, pasando de una república parlamentaria a una presidencialista, suprimió el cargo de 1er. ministro, y el presidente concentra todas las facultades y responsabilidades ejecutivas, incluyendo elegir, al vice-pte., a sus ministro y a la mitad más uno de los 7 ministros de la Corte Suprema de Justicia, y fijando en dos períodos consecutivos de 5 años el mandato presidencial, y como la reforma no tiene efectos retroactivos, y entró en vigencia en el 2019, se aseguró constitucionalmente su permanencia hasta el 2029, tras ganar las elecciones del 2023, que nos muestra una sociedad turca mucho más conservadora de lo que las encuestadoras, sondeos y algunos medios occidentales piensan, incluso resistiendo las presiones internacionales, en particular de Washington, y de otros gobiernos, ONGs y movimientos progresistas, en otras palabras, Erdogan ha ratificado y consolidado un régimen autocrático, lo que le ha valido el mote de “Sultán del Siglo XXI”.
Como es lógico, este camino no estuvo exento de obstáculos, que en la política interna tuvo su punto de inflexión, en el 2016, cuando parte del ejército y simpatizantes del exiliado en los EE.UU. y ex aliado de Erdogan, Fetullah Gulle, intentaron un fracasado golpe de Estado, que tuvo como secuela, una de las mayores purgas llevadas a cabo en la Turquía del presente siglo, con más de 50 mil ciudadanos turcos encarcelados, lo que llevó a Erdogan a llamar a un referéndum, en abril de 2017, para reformar el sistema político, y que tuvo una participación de casi el 85% del padrón, que arrojó un 51,4% a favor de la iniciativa, más allá de las denuncias de irregularidades realizadas por la oposición, y de los cuestionamientos y críticas efectuadas por 63 observadores de 26 países.
Otro de los obstáculos se ha presentado en el plano económico, pues si bien en los primeros años de gobierno del AKP, Turquía mostró un modelo de crecimiento y desarrollo, luego mostró fisuras, con suba en la tasa del desempleo, la devaluación de la Lira turca, y la consecuente suba inflacionaria, e incluso con una caída significativa de la I.E.D., por lo que se podría señalar, que los vaivenes de la economía turca, quizás es el Talón de Aquiles del régimen de Erdogan.
Ahora bien, pasemos al campo de la geopolítica, es decir, como se instrumenta el Neo Otomanismo, que ha impactado en el status quo de Oriente Medio, la cuenca del Mediterráneo, y en Europa misma, en este sentido, Turquía ha llevado a cabo intervenciones militares en Siria y en Irak, so pretexto de la lucha contra el terrorismo y en defensa de las minorías turcomanas, aunque el verdadero objetivo es, ampliar la influencia y el liderazgo turco.
Veamos, en Siria estas intervenciones se llevaron a cabo a través de las operaciones, Escudo del Éufrates, 2016, Rama de Olivo, 2018 y Frente de Paz, 2019, todas le han posibilitado establecer una presencia militar permanente en el norte de Siria, en particular con el objetivo de debilitar a las milicias kurdas, y en noviembre del año pasado, Ankara dio apoyo logístico al ex grupo yihadista, Al Nusra, reconvertido en HTS o Hayat Tahrir al Sharm, liderado por Ahmed al Sharaa, antes Abu Mohammed al Golani, fue el artífice de la caída del régimen de Bashar al Asad, y la constitución de un gobierno de transición sirio, tuvo como consecuencia, que Rusia debió dejar la base aérea cercana a Alepo y lo propio de la base naval de Latakia, eliminando sustancialmente la presencia rusa en Siria.
En Libia a partir de 2019, interviene apoyando al gobierno de Trípoli, reconocido por la mayoría de la comunidad internacional, en el marco de la guerra civil que ha convertido a ese país africano en un Estado Fallido, pero además, le posibilitó a Turquía una mayor presencia e injerencia en el Mediterráneo Oriental, y la firma de Acuerdos estratégicos para la explotación de yacimientos de hidrocarburos. Por su parte, en los recurrentes conflictos entre Armenia y Azerbayán, su apoyo a este último actor, que fue vencedor en la última contienda de 2020, y que terminó desalojando en el 2023, a la población armenia que habitaba en el auto proclamado Estado Independiente de Alto Karabaj, un enclave en territorio azerí, consolidando así la alianza estratégica turca-azerí, con lo cual Ankara se posicionó como el actor con mayor influencia en el Cáucaso, por sobre Rusia e Irán, una región clave para el suministro de los hidrocarburos del Caspio a Europa, donde precisamente en los Balcanes, Turquía ha realizado inversiones en infraestructuras en países de mayoría musulmana, como los casos de Bosnia y Albania.
También, Erdogan ha desafiado a potencias musulmanas como Egipto y Arabia Saudita, al brindar apoyo a los Hermanos Musulmanes y a su rama palestina, la organización político terrorista Hamas, con el objetivo de consolidar el liderazgo turco en el mundo árabe sunita.
Cabe acotar, que conversión de la Basílica de Santa Sofía, en la Gran Mezquita de Estambul en el 2020, es un acto simbólico de la conquista musulmana de la cristiana Constantinopla, y un mensaje de la visión Neo otomana del Siglo XXI.
Como se puede apreciar, Turquía se está constituyendo en una potencia más autónoma, desafiando a la UE. y a la OTAN, de la cual es paradójicamente miembro, en este contexto, las recurrentes tensiones con Grecia, también miembro de la Alianza Atlántica, por la disputa de soberanía sobre islas en el Mar Egeo, que se proyectan a la isla de Chipre, en el enfrentamiento entre las comunidades greco-chipriota y turco-chipriota, se suma a las políticas extorsionistas de Ankara sobre la UE., en relación a la cuestión de las migraciones y refugiados.
Ahora, la proyección de la sombra del Neo otomanismo ha llegado al Cuerno de África, con la firma de dos Acuerdos entre Turquía y Somalia, uno de Seguridad, por el que la Armada turca brinda equipamiento y entrenamiento a la débil marina somalí por 10 años, con lo que Ankara proyecta su poder naval más allá del Mediterráneo, el segundo, contempla las inversiones turcas en la explotación del petróleo y el gas, en yacimientos submarinos en aguas somalíes, que según estudios geológicos, revelan que las reservas potenciales de hidrocarburos es de 30 mil millones de barriles, pero además, el gobierno de Mogadiscio ha arrendado sus recursos marinos a Turquía.
Estos vínculos entre ambos países, datan de hace años, tanto en el campo diplomático como en el económico, por el caso, Turquía lleva tiempo proporcionando un programa de capacitación a militares somalíes, que se gradúan en academias turcas, y anticiparon la actual fuerte relación bilateral estratégica, que se complementan con inversiones turcas en el sector de la industria de defensa, con lo que se consolida, la presencia militar de Ankara en el Cuerno de África, y su proyección en el Mar Rojo. En este marco, Somalia ha sido definido como un Estado Fallido, acuciado por movimientos terrorista, como el grupo yihadista Al Shabbad, y otros secesionistas, más allá, de la pobreza y las crisis alimentaria y de salud, sin embargo, desde el 2011, Turquía ha colaborado para la reconstrucción del Estado somalí, un ejemplo lo constituye la ayuda humanitaria, a través de ONGs. turcas para la asistencia y el desarrollo, y de la empresa Turkish Airlines, en la recaudación de fondos, sin olvidar, la ayuda del Estado turco, en los sectores de la sanidad, educación y servicios públicos, por unos U$S. 1.000 millones.
De esta forma, con la ayuda económica y en infraestructuras, Turquía ha constituido a Somalia en un importante activo estratégico, a lo que suma la ayuda militar, lo que posibilitó que en 2014/2015, se reabrieran el aeropuerto y el puerto de Mogadiscio, que están bajo gestión de empresas turcas, y que se ha traducido en una mejora en la situación socio-económica somalí, y para el 2017, Turquía habilitó su primera base militar en el extranjero, que también es asiento del Cuerpo de Comandos o Gorgor, del ejército nacional de Somalia, que se inscribe en la Hoja de Ruta para la normalización del país africano.
Esto va en consonancia, que Turquía busca proteger y expandir sus intereses económicos y políticos, y su proyección naval en el Mar Rojo, y estos vínculos entre ambos países, se reflejan en el Acuerdo militar firmado en febrero del año pasado, que asegura la presencia de navíos turcos a lo largo de los 3.300 km de costa somalí, una de las más extensas de un país africano, y es ha sido posible, teniendo en cuenta las capacidades independientes de construcción naval de Turquía, y también esto posibilita a Erdogan, abrir una puerta al mercado armamentístico y de defensa, para otros países de esa región.
Particularmente, el citado Acuerdo de Seguridad tiene implicancias estratégicas profundas e importantes, por la ubicación de Somalia en las rutas del tráfico marítimo internacional, y si bien, hay detalles del convenio que no se han hecho públicos, si se sabe que contempla a la zona económica exclusiva somalí, que le aseguran a Turquía un ingreso del 30% de la explotación marítima, como contraprestación de reforzar la capacidad naval de Somalia, con adquisiciones navales que conformen una Marina moderna, que dotará al gobierno de Mogadiscio, de los elementos de seguridad naval necesarios, para minimizar la pesca ilegal, que le cuesta una pérdida anual de unos U$S 300 millones, y que con la ayuda turca, reduciría esa pérdida en un 70%.
Por otro lado, el gobierno somalí tiene un contrato para la exploración y explotación de hidrocarburos, con la estadounidense Coast Line Exploration, para 7 torres marinas, que iniciarán sus actividades en este 2025, sin embargo, el Acuerdo turco-somalí, tiene mejores ventajas, como ser costes más bajos, en comparación con las licencias otorgadas a la empresa de los EE.UU., y siguiendo con el ámbito marítimo, cabe señalar que la plataforma submarina somalí, es atravesada por cables submarinos que conectan al Golfo Pérsico con el África Oriental y el Mar Rojo, como ser el Cable Dos África y el Sistema de África Oriental, de suma importancia para la conectividad de los mercados de las regiones mencionadas.
Sin embargo, en este escenario hay algunos factores geopolíticos y geoeconómicos, que complican las relaciones turco-somalíes, como ser el Memorando de Entendimiento firmado entre Etiopía y Somalilandia, que le otorga a la primera, el arrendamiento por 50 años de una zona de la costa de la segunda, para la actividad naval y comercial marítima, a través del puerto de Berbera, y si bien, Turquía y Etiopía tienen excelentes relaciones económicas y militares, el hecho que el gobierno etíope reconozca a la región secesionista de Somalilandia, como un actor estatal, perjudican los vínculos entre Ankara y Addis Abeba.
Otro factor es Emiratos Árabes Unidos, que tiene activos en la región del Cuerno de África, en Eritrea, en Somalilandia y en la misma Somalia, lo que ha provocado una rivalidad turco-emiratí, por el caso, los Emiratos apoyan el antes citado acuerdo entre Etiopía y Somalilandia, además Dubai también firmó un convenio para el uso del puerto de Berbera, como así también, las inversiones emiratíes en los dos países mencionados han ascendido, y esto, enfrenta por un lado el bloque EAU, Etiopía y Somalilandia y por el otro, el de Turquía y Somalia, sin embargo, como siempre digo, asistimos a un escenario global de interdependencia compleja, y es así, que los emiratíes tienen importantes inversiones en la la entidad secesionista, pero también en Somalia, y buscan invertir en otro puerto somalí, Kismayo, en el extremo sur, y esto convierte al sufrido país africano, en el campo de competencia entre Ankara y Dubai en los últimos años, una región que también ha sido afectada, por el último conflicto israelí-palestino, teniendo en cuenta a los Hutíes de Yemen, con sus ataques contra el transporte marítimo que pasa por el estrecho de Bab al Mandee, la entrada al Mar Rojo, y que ha perjudicado a Egipto, Etiopía y EAU, demostrando la importancia geopolítica y geoeconómica de esa región, es por eso, que la presencia de Turquía en el Cuerno de África, le brinda a Erdogan una proyección no sólo en África, sino también se extiende al océano Índico.
Finalizando la columna de hoy, mis reflexiones como analista internacional, se basan en lo fáctico y lo objetivo, sin entrar en juicios o dilemas éticos o morales sobre líderes o estadistas, y me rijo por el pragmatismo de la Escuela Realista de las RR.II., por esto considero, que hay que reconocer que Recep Tayyip Erdogan y el Neo Otomanismo, han construido un nuevo movimiento identitario turco, diferente al kemalismo de Attatur, y que amalgama el Islamismo político, el Panturquismo de un espacio vital, y un Conservadorismo social, que se traduce en la construcción de una potencia, de un actor estratégico más que significativo entre Europa y Oriente Medio, que busca aglutinar y hasta moldear muchas tendencias, más allá de las tendencias europeístas y del relato de la alianza de civilizaciones, una “Sombra Turca” que se alza desafiante en aquella región del mundo, que posible y probablemente, enfrentaran a Israel y Turquía, no necesariamente en el campo belicista, pero si una pieza clave en el reordenamiento geopolítico y geoeconómico de Oriente Medio, por todo ello, como frase para cerrar la columna, elegí una declaración de Erdogan, cuando era el alcalde de Estambul y anticipaba su visión estratégica, que le costó en aquel momento la cárcel, cuando Turquía intentaba defender el legado pro-occidental del kemalismo, “Las mezquitas son nuestros cuarteles, sus cúpulas nuestros cascos, los miraretes nuestras bayonetas, y los creyentes nuestros soldados.”.-
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