Einstein una estrella no tan fugaz en Buenos Aires
Este 2025 marca el centenario de la visita de Albert Einstein a la Argentina, un hecho trascendental tanto para la historia de la ciencia como para la vida cultural del país. Este aniversario tiene un valor personal: su legado ha influido profundamente en mi trayectoria como científico. Mi tesis doctoral estuvo dedicada al estudio de la Teoría de la Relatividad General —considerada por muchos como la más bella de las teorías físicas—, y desde entonces he centrado gran parte de mi trabajo en explorar sus implicancias teóricas y experimentales.
Einstein en Buenos Aires
Einstein llegó al puerto de Buenos Aires al amanecer del 25 de marzo de 1925. Lo esperaba una multitud que lo recibió con el fervor con que hoy se ovacionaría a un astro de cualquier actividad popular. El propósito inicial de su visita era ofrecer un ciclo de conferencias en la Universidad de Buenos Aires, aunque otras instituciones se sumaron a la convocatoria, entre ellas la recientemente fundada Sociedad Hebraica Argentina, el Hospital Israelita y la Facultad de Filosofía y Letras. Su visita se extendió en una intensa sucesión de homenajes y compromisos institucionales y sociales.
Y es que su misión no fue solo científica: Einstein también buscaba difundir sus ideas sobre la Primera Guerra Mundial, la necesidad de una Europa unida y la paz mundial, causa esta última que lo obsesionaba tanto como la validación de sus teorías físicas. En 1918 había sido uno de los fundadores del Partido Democrático Alemán, de orientación liberal y posteriormente socialista, y fue un firme defensor de los derechos de las minorías y de los homosexuales.
Su visita dejó muchas postales pintorescas.
Acostumbraba obsequiar retratos autografiados y, en algunos casos, agregaba breves poemas de su autoría como dedicatoria. Participó de una fiesta organizada por el Centro de Estudiantes de Ingeniería, que describió como “estudiantes, guitarras y canto”. Allí se animó a tocar el violín, su gran pasión después de la física inspirada en su admirado Mozart. Una crónica de la época bromeó que lo hizo “a la velocidad de la luz”.
Se encontró con Leopoldo Lugones, posiblemente el único intelectual argentino con quien había tenido contacto previo, ya que ambos habían compartido espacios en el Comité Internacional de Cooperación Intelectual de la Liga de las Naciones, antecedente de la actual UNESCO.
También visitó Córdoba, donde, entre otras actividades, recorrió el Hotel Edén en La Falda. Curiosamente, sus dueños, los hermanos Eichhorn —de conocida ideología antisemita—, estaban de viaje en Europa, lo que dio pie a diversas especulaciones, algunas disparatadas. En La Plata fue recibido en “el muy interesante museo de Historia Natural”, según escribió.
Su visita a la Argentina fue tan trascendente que incluso fue recibido por el presidente Marcelo T. de Alvear y algunos ministros. Sin embargo, el ritmo fue extenuante, y finalmente la mayoría de las actividades tuvieron más un carácter social que académico.
Einstein una estrella no tan fugaz
Es común decir que la Teoría de la Relatividad es difícil de entender. Y no es una exageración: sus ideas son profundamente contra intuitivas. Por eso, más que explicar el contenido de sus teorías, vale la pena explorar sus consecuencias ya que transformaron de manera profunda nuestra visión del universo.
El año 1905 es conocido como Annus Mirabilis debido a que Einstein, cuando trabajaba en la Oficina de Patentes de Berna, Suiza, publicó cinco artículos fundamentales, dos de ellos enormemente polémicos que sentaron las bases de la física contemporánea. En uno explicó de forma revolucionaria el efecto fotoeléctrico; en el otro, formuló la Teoría de la Relatividad Especial.
Lo sorprendente es que en el primer artículo planteó una visión corpuscular de la luz cercana a la concepción newtoniana, mientras que en el segundo se alineó con la teoría ondulatoria de Maxwell, competitiva con aquella. Esa aparente inconsistencia entre ambos artículos –escritos en un intervalo de solo tres meses– alimentó la idea del carácter dual de la luz, fundamental en la incipiente mecánica cuántica.
Diez años más tarde, en 1915, presentó la Relatividad General, una teoría completamente novedosa y revolucionaria sobre la gravitación. Extendía la Relatividad Especial a sistemas acelerados y proponía que la gravedad no era una fuerza convencional, sino una manifestación de la curvatura del espacio.
Una de sus predicciones más asombrosas consistió en afirmar que la luz debía curvar su trayectoria al pasar cerca de cuerpos masivos. Esa predicción fue confirmada en 1919, cuando el astrónomo Arthur Eddington observó, durante un eclipse, cómo la luz de ciertas estrellas se desviaba al pasar cerca del Sol. Cuando a Einstein le informaron que el experimento corroboraba su teoría, respondió con ironía: “Entonces, mejor para la experiencia”.
Tal era su confianza en sus ecuaciones, ya que si los resultados hubieran sido otros, habría pensado que el error estaría en el experimento, no en las ecuaciones de su teoría.
En relación con la aceptación de su teoría y frente al creciente antisemitismo en Alemania, Einstein supo usar la ironía como escudo y declaró con amarga lucidez: “Si mi teoría es correcta, los alemanes dirán que soy alemán y los franceses que soy ciudadano del mundo. Pero si no, los franceses dirán que soy alemán, y los alemanes, que soy judío”. Digamos que la Relatividad General se constituyó en la teoría base de la cosmología contemporánea.
Sin embargo, cuando se le otorgó el Premio Nobel de Física en 1921, no fue específicamente por ninguna de sus teorías de la relatividad, sino “por sus servicios a la Física Teórica y, en especial, por su descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico” de 1905.
Como apretada conclusión, digamos que el paso de Einstein por la Argentina sigue siendo un episodio singular en su historia. No solo por el enorme valor científico de su figura, sino porque su presencia encarnó la confluencia entre ciencia, arte y pensamiento político.
Uno podría preguntarse ¿cómo sería una nueva e imaginaria visita de Einstein hoy, cien años después, cuando en nuestro país reina la intolerancia, la discriminación y el desprecio por la ciencia?
Fuente: Perfil
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