Los cien años de la Universidad Hebrea, donde se formó el hebreo moderno
Hace cien años, miles de personas se reunieron en el Monte Scopus de Jerusalén, esperando presenciar un momento histórico: la inauguración, el 1 de abril de 1925, de la Universidad Hebrea.
Entre los presentes se encontraban autoridades británicas, intelectuales, rabinos, líderes sionistas y representantes de la comunidad judía de todo el mundo. El cierre de la ceremonia estuvo a cargo de Hayim Nahman Bialik, considerado ya el poeta nacional incluso antes del nacimiento real del estado judío. En tono solemne, Bialik afirmó que “el pueblo de Israel ha encendido hoy en el Monte Scopus la primera vela del renacimiento de su vida espiritual”. Reiteró que la institución era todavía un “embrión”, pero enfatizó que ese día “los ojos de decenas de miles de judíos, en todas las partes de la diáspora, brillan con esperanza y consuelo”.
Fue un comienzo lleno de símbolos, pero también de dificultades concretas. Entre ellas, una en particular resultó ser crucial: la elección de la lengua de instrucción. El hebreo moderno, en ese momento, todavía era un proyecto en ciernes. Hablada por pocos, ausente de los lenguajes técnicos y científicos, e inadecuada -según algunos- para la vida académica. En este punto se jugó la identidad de la universidad.
Shmuel Hugo Bergman, uno de los protagonistas de su fundación, lo escribió claramente ya en 1919: “Todavía hay un abismo entre los que conocen el idioma y los que conocen el tema”. Pero inmediatamente después afirmó sin vacilar: “La universidad será judía o no lo será en absoluto”. No fue solo una elección práctica, sino un acto político y cultural. La institución de Jerusalén no era simplemente nacer en la Tierra de Israel, sino hacerlo hablando el idioma del pueblo judío.
En un artículo reciente, Neta Dan, erudito de la Academia de la Lengua Hebrea, reconstruyó las tensiones de esos primeros años. Muchos profesores, procedentes del mundo académico europeo, conocían perfectamente el alemán o el francés. Algunos aceptaron aprender hebreo. Otros se opusieron. Algunos enseñaban en un idioma, otros en otro. Las discusiones pronto se trasladaron al nivel institucional.
En 1930, el Consejo Universitario decidió iniciar una preparación lingüística específica en hebreo para la enseñanza de las ciencias naturales. Al año siguiente, se introdujo una condición oficial: para acceder al cargo de rector, se requería un conocimiento adecuado de la lengua hebrea. En 1935, se requirió que todos los nuevos contratados estudiaran hebreo.
La construcción del lenguaje
El problema no era solo pedagógico, explica Dan, “había una falta de términos. Todavía no había palabras compartidas para los conceptos de biología, física, medicina, química”. Para abordar el problema, la universidad comenzó una estrecha colaboración con el Comité de Lengua Hebrea, el organismo que en esos años estaba trabajando en la modernización del léxico. Se crearon comisiones terminológicas conjuntas y los profesores universitarios contribuyeron directamente a la creación de vocabularios especializados.
Así nació un modelo poco común: “la universidad como un espacio en el que no solo se usaba un idioma, sino que se construía”, señala Dan. Se adaptaron los cursos de química y botánica, se tradujeron los apuntes de las clases y se compartieron los glosarios. Cada nueva palabra discutida y definida se convirtió inmediatamente en una herramienta de enseñanza. El hebreo académico no fue un legado, sino una creación colectiva.
En 1953, con el establecimiento de la Academia de la Lengua Hebrea, estos lazos se formalizaron aún más. La universidad siguió siendo un centro de innovación lingüística, y durante décadas ayudó a dar forma al hebreo hablado y escrito en la vida civil, así como en la vida científica.
Chaim Weizmann, en su discurso del 1 de abril de 1925, ya lo había predicho. Afirmó que la universidad sería “judía en todas sus escuelas y facultades” y que “el espíritu del judaísmo y la lengua hebrea nunca se han separado: ahora, esta universidad será su unidad eterna”.
(En la imagen, un momento de la inauguración el 1 de abril de 1925 con la participación de Lord Balfour)
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