Las interminables rondas de negociaciones de Irán: Retrasar, engañar y engañar
El objetivo principal del régimen iraní sigue siendo preservar su poder. Los mulás ven su programa nuclear como la clave de su supervivencia.
Por el Dr. Majid Rafizadeh, Instituto Gatestone
La administración Trump, después de señalar una preferencia por el diálogo sobre la confrontación, está participando en renovados esfuerzos diplomáticos para poner fin al programa nuclear de Irán.
El presidente Donald J. Trump ha dejado en claro que no busca la guerra. “Preferiría llegar a un acuerdo”, declaró recientemente, “porque no busco dañar a Irán”.
Dados los costos devastadores de la guerra, centrarse en la negociación en lugar de en la intervención militar es un curso de acción noble y responsable. El régimen iraní, sin embargo, no es nuevo en este tipo de juegos diplomáticos de ajedrez.
Los mulás han dominado el arte de prolongar las negociaciones: parecen cooperativos mientras promueven encubiertamente sus intereses estratégicos, especialmente el desarrollo de misiles balísticos y armas nucleares, y operan como representantes en la región, como Hamas, Hezbollah y los hutíes, por no mencionar el propio Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) de Irán, así como milicias más pequeñas.
Irán, una virtual dictadura teocrática, ha permanecido en el poder durante más de cuatro décadas. Ha sobrevivido a revoluciones, aislamiento internacional, sanciones paralizantes, asesinatos de líderes militares y enfrentamientos con adversarios poderosos.
El objetivo principal del régimen iraní sigue siendo preservar su poder. Los mulás ven su programa nuclear como la clave de su supervivencia.
El régimen, en las negociaciones, invariablemente dice todas las cosas correctas, pero sus acciones cuentan una historia diferente. La administración Obama, en 2015, imaginó que había asegurado un acuerdo histórico con Irán.
Informes posteriores revelaron que Irán estaba violando continuamente los términos de ese acuerdo al avanzar en secreto en su trabajo nuclear mientras cosechaba los beneficios económicos del alivio de las sanciones.
Esta estrategia de doble vía permitió a Irán fortalecer su economía y su infraestructura nuclear en virtud del mismo acuerdo destinado a impedirle hacer exactamente eso.
El gobierno de Trump no debe permitir ninguna propuesta que simplemente frene o “limite” el programa nuclear de Irán.
Irán ya ha demostrado que puede esperar a que terminen las administraciones, reiniciar los proyectos detenidos y volver a la actividad nuclear con aún más determinación una vez que expiren las restricciones.
Cualquier acuerdo debe tener como objetivo nada menos que el desmantelamiento total y permanente de las capacidades nucleares de Irán. Esto significa que no hay enriquecimiento, ni reprocesamiento, ni reactores de agua pesada, ni reservas de uranio enriquecido, en ningún lugar del planeta.
Un acuerdo que se centre en restricciones temporales, como límites al enriquecimiento de uranio, el número de centrifugadoras o plazos de supervisión, solo retrasará, no eliminará, la amenaza.
Los procesos de desmantelamiento y aplicación de la ley no deben subcontratarse a ninguna organización internacional o gobierno extranjero. Históricamente, no han logrado detener a Irán ni hacerlo rendir cuentas.
Instituciones como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y la Unión Europea han sido en repetidas ocasiones demasiado lentas o demasiado condescendientes a la hora de responder a las violaciones, mientras que Rusia y China han protegido con entusiasmo al régimen.
Garantizar el cumplimiento debe recaer directamente en Estados Unidos y su aliado regional más confiable, Israel.
Ambos países tienen la capacidad de inteligencia, la preparación militar y la voluntad política para garantizar que cualquier desmantelamiento nuclear no solo sea completo sino irreversible.
Esto, entonces, significa que los expertos estadounidenses e israelíes deben liderar la destrucción verificada de los sitios nucleares de Irán, con pleno acceso y sin demoras.
Sobre todo, la administración estadounidense necesita resistir la trampa de las negociaciones prolongadas. Irán ha utilizado esta táctica durante décadas: prolongar las conversaciones en múltiples rondas, meses o incluso años, mientras, tras bambalinas, continúa su trabajo nuclear.
Bajo el disfraz de la diplomacia, los plazos se extienden repetidamente, sin tener en cuenta los resultados concretos. Trump, después de haber dado a Irán un plazo estricto de dos meses para finalizar un nuevo acuerdo, parece reconocer esta táctica.
Este es un paso crucial para devolver la influencia a Estados Unidos, pero debe estar respaldado por la amenaza creíble de consecuencias si Irán no cumple.
Si bien es encomiable buscar una solución pacífica a la amenaza nuclear iraní, la administración no debe perder de vista la historia y las intenciones del régimen.
Las élites gobernantes de Irán parecerán conciliadoras mientras violan secretamente los acuerdos y expanden su poder.
Las rondas de negociaciones, los compromisos verbales o las restricciones limitadas son invitaciones a hacer trampa. El plan de los mulás es de demora y engaño. El plan de Estados Unidos debe ser no permitirles.
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