Doce años de pontificado vistos desde el punto de vista judío italiano
La muerte del Papa Francisco también ha suscitado profundas reacciones en el seno de la comunidad judía italiana e internacional y, a pesar de la conciencia de las diferencias, tanto teológicas como culturales, muchas voces autorizadas del judaísmo han reconocido al pontífice argentino como un interlocutor espiritual, como un hombre de diálogo.
El escritor estadounidense Jonathan Safran Foer, que vive en Roma desde hace unos meses, dijo en una entrevista con La Repubblica: “Nos pidió que nos dejáramos perturbar, que viéramos las cosas como realmente son. Lo extraño es que este ‘trastorno’ en realidad trae consuelo”. Foer se había reunido con el Papa en 2023, con motivo de la presentación de la encíclica Laudate Deum, y a la muerte de Francisco escribió una larga carta al Vaticano: “La mayoría de las personas caminan por la tierra, pero algunos dejan huellas que otros pueden seguir. Francisco no impuso un modo correcto de ser: lo encarnó”.
La voz del rabino Giuseppe Laras, ex rabino jefe de Milán, aunque fallecido hace varios años, emblema de un judaísmo culto, dialogante y al mismo tiempo arraigado en su propia identidad ya se había levantado en 2015 para reconocer la originalidad del magisterio del Papa Francisco y su capacidad de hablar a todos, incluso a los no cristianos. “Es sorprendente que Laudato si’ sea un texto teológico que logra cruzar las fronteras confesionales, despertar un sentido de responsabilidad ecológica que es profundamente judío. El Papa muestra aquí una rara empatía: no un ecumenismo de modales, sino un sincero deseo de caminar con el otro”. Y de nuevo, en una conferencia en el Colegio Rabínico Italiano: “Francisco no busca el aplauso del consenso, sino la verdad del encuentro. No borra las diferencias, las honra”.
La muerte del papa Francisco marca, incluso para muchos judíos italianos, el fin de una época no tanto por la coincidencia de visiones —inevitablemente distantes en muchas cuestiones teológicas y políticas— como por la intuición compartida de que, en tiempos desgarrados por el odio y la indiferencia, se necesitaba una voz capaz de humanidad y rigor moral.
El rabino Alberto Moshe Somekh concluye: “Creo que es demasiado pronto para dar un juicio sereno sobre el difunto Pontífice. Ciertamente no en la ola de emociones que comprensiblemente causó su reciente muerte. Dejemos que los historiadores abran el debate y analicen los hechos”.
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